Muchos testimonios lo proclaman: el callejón de Midaq fue una de las joyas de otros tiempos y brilló como rutilante estrella en la historia de El Cairo. ¿A qué Cairo me refiero? ¿Al de los fatimíes, al de los mamelucos o al de los sultanes otomanos? La respuesta sola la saben Dios y los arqueólogos.
Así comienza la novela El callejón de los milagros del escritor y premio nobel egipcio Naguib Mahfuz. Publicada en 1947 es una de las novelas más conocidas de este autor. De marcado corte realista está centrada en la vida cotidiana de las clases populares y de la pequeña burguesía de El Cairo.
Obra de marcado carácter coral nos describe el microcosmos (y esto es lo qué más me gusta de la novela) de un minúsculo callejón durante la Segunda Guerra Mundial. Toda la acción transcurre casi completamente en el callejón de Midaq y en las calles adyacentes (Sanadiqiya, Guriya, Muski, Darasa, Azhar...).
Escrita en tercera persona, el narrador presenta la acción de manera objetiva, sin juzgarla. Con
un desarrollo temporal lineal, cada capítulo se centra en cada uno de
los personajes y cada historia se va mezclando con los demás.
Las descripciones de los personajes son muy minuciosas, tanto en lo físico, como en lo psicológico. También son detalladas las descripciones de los lugares y las situaciones, donde se retrata una sociedad cerrada, frustrada y llena de deseos imposibles.
Muchos han calificado esta novela de Naguib Mahfuz como una representación atemporal del conflicto entre tradición y modernidad, entre pasado y presente.
Los problemas sociales, la presencia británica en Egipto (estamos a finales de la Segunda Guerra Mundial), el inestable sistema económico permanecen en segundo plano (como un decorado) mientras que los residentes en el callejón no pueden ver más allá de sus propios problemas.
Es una visión cruda, sin concesiones al lector: los maridos odian a sus esposas y viceversa, los padres echan a sus hijos, los enamorados se traicionan, los mendigos se deforman para conseguir más ganancias, los dentistas colocan a sus pacientes dientes de oro robados a los cadáveres... Mahfuz no ofrece consuelo al lector. En toda la novela se percibe el aroma de un nuevo acto corrupto.
Existen dos tipos de personajes: los maduros,
que prefieren permanecer aislados en su mísero barrio, manteniendo una
apariencia de normalidad y una falsa atmósfera del pasado, sin querer
adaptarse a los tiempos cambiantes.
Kirsha (dueño del café donde mantiene una tertulia de noctámbulos fumadores de hachís)
Salim Alwan (el rico comerciante dueño del bazar que desprecia a sus vecinos)
Radwan Husaini (propietario de uno de los edificios del callejón que ha perdido a todos sus hijos y se refugia en la religión)
La señora Afifi (viuda cincuentona dueña del otro edificio del callejón que es capaz de sacrificar todos sus ahorros para casarse con un hombre más joven que ella)
El tío Kamil (soñoliento dueño de una tienducha de dulces)
Umm Hamida (madre adoptiva de Hamida y casamentera del barrio)
Yaada (el infeliz panadero que sufre las continuas palizas de su mujer Husniya)
Zaita (personaje que se dedica a producir deformaciones en los aspirantes a mendigos)
El doctor Bushi (es el dentista)
El jeque Darwis (antiguo funcionario y profesor de inglés)
y los jóvenes que sueñan con aventuras, riquezas, placeres... y sobre todo con salir del barrio:
Hamida (joven, hermosa, pobre y ambiciosa que sueña con casarse con un hombre rico que la saque del callejón)
Abbas (el ingenuo barbero, que por amor a Hamida se alista en el ejército)
Husain Kirsha (hijo del dueño del café que trabaja para el ejército británico)
(...) El tío Kamil tenía la costumbre de sentarse en una silla a la puerta de su tienda -mejor dicho, su covacha- y de dormir con un matamoscas sobre el pecho. No se despertaba hasta que no entraba un cliente, a no ser Abbas al-Helu, el barbero, lo hiciera con una de sus bromas. Era un hombre corpulento, con dos piernas como troncos y un enorme trasero redondo como una cúpula: la parte central reposaba sobre la silla y el resto desbordaba por los lados. (...) La gente le decía que se moriría el día menos pensado con el corazón axfisiado bajo la grasa. Y él incluso decía lo mismo ¿Qué más le daba morir, si se pasaba la vida durmiendo? (...)
(...) La felicidad tan esperada se encontraba a dos pasos de ella, las sombras de la soledad comenzaban a retirarse y el frío de su alma estaba a punto de fundirse en agua tibia. Pero la felicidad, antes de dejarse saborear, exigía un precio, un alto precio (...) Sobre la Sra. Afifi.
(...) Lo que más le sorprendía era el bigote que continuaba tupido y erecto en medio del rostro marcado por la enfermedad: cual una hermosa palmera en medio del desierto (...)
(...)¡Tenía que procurar olvidar todo aquello! Frunció el ceño a la idea de dedicar sus pensamientos a una persona que había demostrado no estar a la altura de su amor. Se le endureció el rostro, azotado por un manotazo de la furia y rebeldía de la noche anterior (...) ¡Malhaga el corazón si tiene un afecto traidor, que engaña a su alma y a su cuerpo, pues ama aquien no le ama y va a donde quien solo le evita, despreciándole sin parar! (...) de Abbas
(...) Me muero de deseo de seguir la ruta que siguió el profeta en su Hégira y que la multitud no ha cesado de seguir desde hace trece siglos (...) Y satisfacer mi sed en el pozo de Zamzam (...) Radwan Husaini
(...) La luz de la mañana iluminaba el callejón y un rayo de Sol daba contra la parte superior de las paredes del bazar (...) El callejón de Midaq se disponía a pasar otra de las páginas de su vida cotidiana. Los habitantes daban la bienvenida a la mañana con su griterío habitual (...)
(...) Que el que muera de amor, muera de tristeza. De nada sirve amar sin morir (...) Tendré paciencia mientras viva, puesto que todas las cosas tienen su fin (...) Jeque Darwish
(...) Pero aquella burbuja, como las otras, acabó también reventando y el callejón de Midaq cayó de nuevo en el olvido y la indiferencia. En él se lloraba por la mañana, si había motivo, y se reía ruidosamente por la noche, al crujido de las puertas y las ventanas que se abrían o cerraban (...)
Naguib Mahfuz,
(El Cairo,
1911-2006)
Escritor egipcio.
Conocido especialmente por su obra narrativa, le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura del año 1988, siendo así el primer
escritor en lengua árabe en recibir dicho galardón, y el más reconocido.
Fue el último de ocho hijos que crecieron en el célebre barrio
Al-Gamaliyya, una de las zonas históricas más antiguas de la capital. Siendo un
muchacho ya dedicado desde su temprana juventud a las letras, se dejó inspirar
en el colegio por la Filosofía y comenzó a escribir artículos en revistas de
entonces. Interesado en lenguas extranjeras, sobre todo el inglés,
Naguib se propuso la tarea de traducir obras literarias al árabe, de la cual la
más conocida fue aquella de James Baikie, El antiguo Egipto en 1932.
El
joven Naguib se dedicó a componer obras de ficción y publicó algo más de 80
relatos una vez hubo terminado sus estudios medios, en 1934. Heredero del
oficio de su padre, estuvo trabajando en el Ministerio de Asuntos Religiosos
entre 1939 y 1954. Desde allí su nivel productivo literario no menguaría, sino
por el contrario, alcanzaría su esplendor con grandes proyectos. De aquel
tiempo quedaron inconclusas obras como La
maldición de Ra (1939), Radophis
la cortesana (1943) y La batalla
de Tebas (1944).
La
segunda etapa del escritor la constituye entonces la novelística social y hace
además sus primeras incursiones como libretista cinematográfico.
Tan
intensa labor tendría sus consecuencias y premios: Entre 1956 y 1957 su obra Trilogía de El Cairo (integrada por
las novelas "Entre dos palacios", "Palacio del deseo" y
"La azucarera") se posiciona como una obra exitosa durante
una época de grandes cambios sociales y políticos que se dieron en Egipto después del
derrocamiento de la monarquía en 1952.
El régimen egipcio le publica por entregas en un periódico semioficial la
novela que aparecería como libro en Beirut en 1967: Hijos de nuestro barrio. En la
actualidad dicha obra está vetada en su país.
El 19 de julio
de 2006, a
la edad de 94 años, ingresó en un hospital de El Cairo
para aplicarle cinco puntos de sutura en la cabeza, después de resultar
lesionado al tropezar con una alfombra en su casa. Presentó posteriormente
varias complicaciones respiratorias por lo que precisó la asistencia de un
respirador artificial. El 23 de agosto fue operado de nuevo durante dos horas y
media debido a una úlcera de colon que comenzó a sangrar. Permaneció en el
hospital hasta su fallecimiento el 30 de agosto
de 2006.
Mientras tanto su familia negaba la información emitida por televisión de que
se encontrara en Estados Unidos para tratarse de una dolencia anterior.
Pero
el autor no solo ha sido acreedor del Premio Nobel de literatura en 1988. En 1972 recibía el Premio
Nacional de las Letras Egipcias y con ello el más alto honor patrio: el Collar
de la República. En 1995 el
director mexicano Jorge Fons, llevó al cine su obra El callejón de los milagros, aunque ambientada en México,
la cual recibió el Premio Goya.
Fue
candidato al Premio Príncipe de Asturias en 2000.
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