Cuando Yúsuf se detiene a contemplar sus viejas fotografías se dice a sí mismo que tiene <<más de ochenta años, la mayor parte de los cuales son pasado>>. Y con ello no hace sino pensar en su juventud, en su familia descompuesta y en sus amores huidos. Pero también piensa en su ciudad. Bagdad es atentados, pero no solo. Bagadad es fanatismo, pero no solo. Bagdad es exaltación, pero no solo. La capital de Iraq también ha sabido brillar.
Por su parte Maha, al escuchar a su tío, solo puede reprocharse su ceguera: ¿hay alguien capaz de tener esperanzas en un lugar como este?, ¿cómo hacerlo en un país empeñado en acabar consigo mismo?, ¿cómo en esta ciudad, donde la pantalla del televisor nos anuncia los muertos del día y la del ordenador nos muestra la prosperidad de la familia emigrada?
Fragmentos de Bagdad es un muy particular acercamiento a una de las grandes ciudades con más pasado y, solo en apariencia, con menos presente.
Yúsef viste traje de chaqueta oscuro y corbata y está sentado ante una mesa de despacho sobre la que se aplian carpetas y papeles. Durante las primeras semanas en el puesto, su cometido se limitó a traducir al árabe la correspondencia que se recibía en inglés, y también a escribir o traducir al inglés la correspondencia relativa a los contratos, las ofertas y las negociaciones. Yúsef aprovechaba el hastío de los ratos libres para echar un vistado a los libros que había en aquel pequeño departamento, la mayor parte de los cuales tenían que ver con la agricultura y el comercio. Llamó su atención uno escrito por un orientalista llamado Roger Kingsley, titulado "El árbol sagrado: la palmela en las civilizaciones semíticas". Algunos términos difíciles tuvo que buscarlos en el diccionario y fue apuntándolos en un cuaderno de notas. Más tarde se le ocurrió la idea de traducir el libro porque el autor aunaba la erudición con un estilo ameno, y también porque estaba lleno de datos históricos sorprendentes. Comenzó por un capítulo breve, que fue traduciendo a diario cuando se le presentaba la ocasión.
Le fascinó la introducción histórica sobre la palmera y su prestigio entre los antiguos iraquíes. La palmera tenía un carácter sagrado, hay relieves y dibujos que la representan en altares babilonios y asirios, en los muros de los templos, a la entrada de las ciudades, en los tronos y en las coronas. Con el dátil se fabricaban medicamente y la <<bebida de la vida>>. El Código de Hamurabi castigaba a quien arrancase una palmera. En otro apartado instaba a los campesinos a no descuidar los palmerales y a ejecutar con cuidado la poda y la polinización. La palmera era símbolo de victoria y bendición. Los reyes sostenían palmas en la mano en señal de ello. El autor había dedicado unos capítulos a la palmera en el islam y destacaba su importancia en la tradición musulmana, desde la azora de Mariam, en la que se cuenta cómo ella agitó el tronco de la palmera para que cayera su cosecha de frutos, hasta la discripción que en el Corán se hace del paraíso, donde aguarda a los creyentes el fruto de las palmeras y los granados. Seguidamente abordaba la cuestión de la tradición profética que dice: <<Cas sin dátiles, familia con hambre>>.
Con el paso del tiempo, también para Yúsef la palmera -los millones de palmeras del país- se convirtieron en algo casi sagrado, en la base de su sustento. Aunque no llegase jamás a trabajar en su cultivo y cuidado con sus propias manos, pasó más de media vida trabajando en una empresa datilera.
Con una extraña combinación de delicadeza e intensidad, esta novela consigue revelar las múltiples facetas del Bagdad actual y de sus antagónicos personajes, demostrando que entre las ruinas también hay espacio para respirar.
(...) No sabía que aquella palmera, sagrada entre los iraquíes de la antigüedad por significar el origen y pervivencia de la vida, llegaría a ocupar también para él un lugar preeminente (...)
(...) Luego llegan otros, que no saben nada, que tal vez sean analfabetos, y con pulsar un botón o apretar un gatillo despedazan un cuerpo. Sangre por todas parte y el país convertido en una gigantesca sala de disección. Solo que aquí los esperimentos se hacen con vivos (...)
(...) Sobre todo cuando veo las imágenes de esos hombres con turbante, rabiosos, con la cabeza tan dura como el corazón, cuando los veo rebuznar en la televisión (...) Antes nos asqueaba ver la imagen de Saddam por todas partes, ahora las de estos otros proliferan como las amebas. Tal vez sea el mismo tejido corrupto, clonado e implantado de nuevo (...) Estoy cansada de la deprimente gama de grises que ahoga Bagdad (...)
(...) Cada cual llora por su Iraq feliz (...) Tal vez consiga ser feliz allá, lejos de Iraq. Lejos de la muerte, de los atentados, de todo este rencor que corre por sus venas. Les dejaremos el país a ellos para que lo quemen, para que mutilen su cadáver. Ya derramarán lágrimas por él cuando todo haya pasado (...)
(...) Se propagó el lenguaje de la muerte, estalló el estruendo de las explosiones y los atentados, quebrando así la tranquilidad en la que creímos que íbamos a vivir (...)
(...) Al principio todos nos alegramos de la caída de Saddam (...) Pero imaninaba, como muchos otros, que Iraq se convertiría en una especie de Hong Kong, tal y como decían las noticias. lo que no imaginó es que lo iban a convertir en una especie de Somaria (...) El caos se instaló por todas partes a raíz de la ocupación permitió que aquello en lo que pensábamos en un principio que no era más que un rumor de fondo fuera cobrando volumen, que comenzaran a emplearse expresiones y palabrar raras (...)
Editado por Turner Kitab
Sinan Antoon
Nacido en Bagdad en 1967, es hijo de
padre iraquí y madre americana.
Se diplomó en Literatura inglesa por la Universidad de Bagdad
en 1990, un año más tarde, debido a la Guerra del Golfo, se traslada a Estados Unidado.
Actualmente es profesor en la Gallatin School de
la Universidad
de Nueva Cork. Fue finalista con esta novela del Internacional Prize for
Arabic.
Internacional Prize for Arabic Fiction (IPAF) es uno de
los premios literarios más prestigiosos e importantes del mundo árabe.
Su objetivo es premiar la excelencia en la creación
literaria árabe contemporánea y animar a los lectores de la literatura árabe de
alta calidad a nivel internacional a través de la traducción y publicación del
ganador y finalista a otros idiomas.
Además del premio anual, IPAF apoya iniciativas
literarias y en 2009 puso en marcha la primera edición del Nadwa (Taller de escritores) para los aspirantes a escritores
de todo el mundo árabe.
El Premio se ejecuta con el apoyo de la Fundación del Premio Booker en Londres y financiado por
TCA Abu Dabi, en los Emiratos Árabes Unidos.
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