viernes, 31 de enero de 2014

LAS CRUZADAS VISTAS POR LOS ÁRABES de Amin Maalouf

Bagdad, agosto de 1099

Sin turbante, con la cabeza afeitada en señal de luto, el venerable cadí Abu-Saad al-Harawi entra gritando en el espacioso diván del califa al-Mustazhir-billah. Lo acompaña una muchedumbre de acólitos, jóvenes y viejos. Estos aprueban ruidosamente cada una de sus palabras y ofrecen, igual que él, el provocador espectáculo de una abundante barba bajo un cráneo rasurado. Algunos dignatarios de la corte intentan calmarlo, pero apartándolos con gesto desdeñoso, avanza resueltamente hasta el centro de la sala y, a continuación, con la vehemente elocuencia de un predicador desde lo alto del púlpito, sermonea a todos los presentes, sin hacer distinción de rango:

- ¿Osáis dormitar a la sombra de una placentera seguridad, en medio de una vida frívola como la flor del jardín, mientras que vuestros hermanos de Siria no tienen más morada que las sillas de los camellos o las entrañas de los buitres?




Basándose en testimonios de los historiadores y cronistas árabes de la época, AMIN MAALOUF relata la historia de las cruzadas tal y como las vieron y vivieron en "el otro campo", es decir, en el lado musulmán, un punto de vista hasta ahora olvidado.

Las Cruzadas vistas por los árabes abarca el periodo comprendido entre la llegada de los primeros cruzados a Tierra Santa en 1096 y la toma de Acre por el sultán Jalil en 1291, dos agitados siglos que dieron forma a Occidente y al mundo árabe y que aún hoy siguen condicionando sus relaciones.  
 

Los habitantes de la tierra se dividen en dos,
Los que tienen cerebro pero no religión,
Y los que tienen religión pero no cerebro.

Cuarenta años después de su muerte, un fanatismo llegado de lejos iba a darle aparentemente la razón al hijo de Maarat, tanto en su falta de religiosidad como en su legendario pesimismo:

El destino nos destroza como si fuéramos de cristal,
Y nuestros pedazos nunca más vuelven a unirse.

(...) Precisamente uno de ellos, Abdu-Fadl Ibn al-Jashab, un cadí de Alepo de pequeña estatura pero poderosa voz, es quien, con su tesón y su fortaleza de carácter, se decide a despertar al gigante dormido en que se ha convertido el mundo árabe. Su primer acto popular consiste en repetir, doce años después, el escándalo que antaño había provocado al-Harawi en las calles de Bagdad. En esta ocasión, va a haber un auténtico motín.

(...) El sultán Mahmud, aliado de Zangi, acaba de morir, a los veintiséis años y, una vez más, estalla una nueva guerra de sucesión en el seno del clan selyúcida. El príncipe de los creyentes la aprovecha para recuperarse (...) Pero el califa le sale al encuentro a la cabeza de varios miles de hombres, cerca de la ciudad de Tikrit, a orillas del Tigris, al norte de la capital abasida. 

(...) ¿Atacar Damasco? ¿Atacar la ciudad de Muin al-Din Unar, el único dirigente musulmán que tiene un tratado de alianza con Jerusalén? ¡No podían prestarle mejor servicio los frany a la resistencia árabe! (...) ¿Os habéis vuelto locos para ayudar a estas gentes contra nosotros? ¿No os habéis dado cuenta de que, si triunfan en Damasco, intentarán arrebataros vuestras propias ciudades? En cuanto a mí, si no consigo defender la ciudad, se la entregaré a Sayf al-Din, y ya sabéis que, si toma Damasco, ya no podréis manteneros en Siria.

(...) Se reconquistó la ciudad de Acre -especifica Abul-Fida- a mediodía del decimoséptimo día del segundo mes de yumada del año 690. Y se da el caso de que exactamente el mismo dia, a la misma hora, en el 587, los frany habían arrebatado Acre a Salah al-Din y habían capturado y matado a todos los musulmanes que allí se encontraban. ¿No es ésta una curiosa coincidencia? Siguiendo el calendario cristiano, esta coincidencia no resulta menos asombrosa pues la victoria de los frany en Acre había acontecido en 1191, cien años antes, casi el mismo día de su derrota final.

Quiera Dios que nunca vuelvan a pisar este suelo

Las cruzadas vistas por los árabes
Amin Maalouf
Alianza Editorial   




Amin Maalouf
Beirut, 1949
Escritor libanés que reside en París. En 2010 obtuvo el premio Príncipe de Asturias de las Letras. Es miembro de la Academia Francesa 

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