Tawq al-hamāma o El collar de la paloma.
Se trata de un libro de reflexiones sobre la verdadera esencia del amor,
intentando descubrir lo que tiene de común e inmutable a través de los
siglos y las civilizaciones de influencia neoplatónica, que fue llamado "Amor udri", incluyendo detalles autobiográficos y documentales. Constituye también
un diwan, o antología poética de tema amoroso, pues está empedrado de
composiciones elegantes y refinadas.
Cuando mis ojos ven
a alguien vestido de rojo,
mi corazón se rompe y desgarra de pena.
¡Es que ella con su mirada hiere y desangra a los hombres
y pienso que el vestido está empapado y empurpurado con esa sangre!
mi corazón se rompe y desgarra de pena.
¡Es que ella con su mirada hiere y desangra a los hombres
y pienso que el vestido está empapado y empurpurado con esa sangre!
El
insomnio es otro de los accidentes de los amantes. Los poetas han sido profusos
en describirlo; suelen decir que son los “apacentadores de estrellas”, y se
lamentan de lo larga que es la noche. Acerca de este asunto yo he dicho,
hablando de la guarda del secreto de amor y de cómo trasparece por ciertas
señales:
Las nubes han
tomado lecciones de mis ojos
y todo lo anegan en lluvia pertinaz,
que esta noche, por tu culpa, llora conmigo
y viene a distraerme en mi insomnio
. Si las tinieblas no hubieren de acabar
hasta que se cerraran mis párpados en el sueño,
no habría manera de llegar a ver el día,
y el desvelo aumentaría por instantes.
Los luceros, cuyo fulgor ocultan las nubes
a la mirada de los ojos humanos,
son como ese amor tuyo que encubro, delicia mía,
y que tampoco es visible más que en hipótesis…….
y todo lo anegan en lluvia pertinaz,
que esta noche, por tu culpa, llora conmigo
y viene a distraerme en mi insomnio
. Si las tinieblas no hubieren de acabar
hasta que se cerraran mis párpados en el sueño,
no habría manera de llegar a ver el día,
y el desvelo aumentaría por instantes.
Los luceros, cuyo fulgor ocultan las nubes
a la mirada de los ojos humanos,
son como ese amor tuyo que encubro, delicia mía,
y que tampoco es visible más que en hipótesis…….
El llanto es
otra señal de amor; pero en esto no todas las personas son iguales. Hay quien
tiene prontas las lágrimas y caudalosas las pupilas: sus ojos le responden y su
llanto se le presenta en cuanto quiere. Hay; en cambio, quien tiene los ojos
secos y faltos de lágrimas.
Indicio del pesar
son el fuego que abrasa el corazón
y las lágrimas que se derraman y corren por las mejillas,
aunque el amante cele el secreto de su pecho,
las lágrimas de sus ojos lo publican y lo declaran.
Cuando los párpados dejan fluir sus fuentes,
es que en el corazón hay un doloroso tormento de amor…...
y las lágrimas que se derraman y corren por las mejillas,
aunque el amante cele el secreto de su pecho,
las lágrimas de sus ojos lo publican y lo declaran.
Cuando los párpados dejan fluir sus fuentes,
es que en el corazón hay un doloroso tormento de amor…...
ABU MUHAMMAD ALI IBN AHMAD IBN SAID IBN HAZM AL ANDALUSI AL ZAHIR nació en Córdoba el 7 de noviembre de 994. La familia de Ibn Hazm era originaria de la kûra de Lebla (actual provincia de Huelva).
Realizó una intensa actividad política. Fue visir del califa Abderramán V, y a consecuencia de intrigas palaciegas estuvo en la cárcel en varias ocasiones y sufrió un breve destierro. Abandonó la actividad política para dedicarse a sus estudios de teología y derecho. Debió exiliarse en diferentes taifas de Al Andalus tras la crisis del califato, exilio que le llevó a recorrer varias taifas: Sevilla, invitado por Al Mutadid o la taifa de Mallorca. La célebre quema pública de sus libros en Sevilla le inspiró un conocido poema que dice:
"Dejad de prender fuego a pergaminos y papeles,
y mostrad vuestra ciencia para que se vea quien es el que sabe.
Y es que aunque queméis el papel
nunca quemaréis lo que contiene,
puesto que en mi interior lo llevo,
viaja siempre conmigo cuando cabalgo,
conmigo duerme cuando descanso,
y en mi tumba será enterrado luego"
y mostrad vuestra ciencia para que se vea quien es el que sabe.
Y es que aunque queméis el papel
nunca quemaréis lo que contiene,
puesto que en mi interior lo llevo,
viaja siempre conmigo cuando cabalgo,
conmigo duerme cuando descanso,
y en mi tumba será enterrado luego"
Vivió en el barrio de los altos funcionarios palatinos, contiguo al
alcázar de al-Zâhyra. Parece que incluso entraba con frecuencia a ver a
Al-Mansûr, que al parecer era muy amigo de los niños. Todo ello lo
atestigua su íntimo amigo Abu Amir Ibn Suhayd, hijo
de otro empleado de palacio.Probablemente el niño Ibn Hazm tendría
alguna vez fortuna y disfrutaría de la intimidad de aquel complejo ser
que era Al-Mansûr, más humano y accesible, por tantas razones, que el
hierático y exagüe Califa a quien había suplantado.
A temprana edad, se asomaría Ibn Hazm, con musulmana precocidad, al mundo, es decir, a los primeros amoríos con las esclavas de su casa y de su familia, a leer todo lo divino y lo humano, a frecuentar los cursos de los más célebres profesores de la capital del Califato, andalusí, desde los más ascéticos a los de más osadas ideas, y a trabar, en fin, con todos los jóvenes de su edad relaciones, afectos y amistades, algunas de éstas –a la moda árabe-andaluza y sin que queramos dar a entender más de lo que decimos- harto estrechas y ambiguas.
El desencadenamiento de la guerra civil vinieron a turbar radicalmente y casi a helar en flor la refinada y tranquila existencia de los jóvenes estetas cordobeses
El destronamiento de Haksam II y la ascensión al trono de Mwhammad Al Mahdi iba a poner término a la formula oficial de Ahmâd ibn Hazm, que fue destituido, y hubo de dejar el asolado barrio de Al Zahyra para retornar a los abandonados lares de Balât Mugît. Debió, sin embargo, de vivir tramquilo y aún de conservar cierto prestigio, pues en el mismo año de 1009, lo vemos asistir como testigo a la estupenda farsa del entierro de un falso Haksam II. Cuando el 23 julio 1010 fue asesinado Al Mahdi, tras su segundo reinado, y entronizado de nuevo Haksam II, parecía que la familia de los Banû Hazm habría de volver a su antiguo predicamento. No fue así, sin embargo, sino al revés: el complejo juego de la política y la cauta conducta seguida hasta entonces indispusieron a Ahmad con el nuevo valido, el general eslavo Wâdih, que lo persiguió, encarceló y confiscó sus bienes. La familia entonces, rotas ya las pocas amarras ‘âmaríes subsistentes, se hizo legitimista rabiosa y participó en un complot antieslavo que fracasó y produjo a Ahmad nuevos sinsabores.
Seguramente víctima de ellos murió Ahmâd en el 22 junio 1012 cuando Ibn Hazam contaba dieciocho años, todavía no cumplidos, en plena desgracia de su familia. Pero aún quedaban las peores catástrofes. A fines de mayo de 1013 la capital del Califato se rendía a los bereberes; Sulay-mân al-Mustaîn entraba de nuevo en ella como Califa, y comenzaba, para durar dos meses, el feroz saco de Córdoba, con incendios, matanzas, asesinatos y destrucciones sin venir a cuento. La casa de Ibn Hazm en Balât Mugît quedó del todo arruinada, como nos cuenta en una célebre página del Collar, e Ibn Hazam hubo de emigrar a Almería el 13 julio de 1013.
Poco les duró mucho e nuevo y agradable asilo que supieron hallar en el pueblecito de Aznalcázar (que tal vez no es, como se ha querido, el actual de ese nombre, cerca de Sanlúcar, sino otro por tierras de Málaga o Murcia) y es que, habiendo oído hablar de que en tierras valencianas había surgido un nuevo pretendiente omeya que formaba un ejército dispuesto a avanzar contra los hammûdíes y decidido a restaurar la unidad del Califato, ambos conspiradores mozos, es decir, Ibn Hazm y su compañero, no duraron un momento tomar pasaje en una nave que los condujera al Levante.
Como se sabe, los beréberes atacaron fieramente al ejército asaltante,
sus soldados quedaron fugitivos, exterminados o prisioneros. Entre este
último grupo debió de figurar Ibn Hazm, que, según nos informa en el
Collar, había ido previamente –seguro que a hurtadillas y para gestiones
políticas- a Córdoba en febrero-marzo de 1019. A temprana edad, se asomaría Ibn Hazm, con musulmana precocidad, al mundo, es decir, a los primeros amoríos con las esclavas de su casa y de su familia, a leer todo lo divino y lo humano, a frecuentar los cursos de los más célebres profesores de la capital del Califato, andalusí, desde los más ascéticos a los de más osadas ideas, y a trabar, en fin, con todos los jóvenes de su edad relaciones, afectos y amistades, algunas de éstas –a la moda árabe-andaluza y sin que queramos dar a entender más de lo que decimos- harto estrechas y ambiguas.
El desencadenamiento de la guerra civil vinieron a turbar radicalmente y casi a helar en flor la refinada y tranquila existencia de los jóvenes estetas cordobeses
El destronamiento de Haksam II y la ascensión al trono de Mwhammad Al Mahdi iba a poner término a la formula oficial de Ahmâd ibn Hazm, que fue destituido, y hubo de dejar el asolado barrio de Al Zahyra para retornar a los abandonados lares de Balât Mugît. Debió, sin embargo, de vivir tramquilo y aún de conservar cierto prestigio, pues en el mismo año de 1009, lo vemos asistir como testigo a la estupenda farsa del entierro de un falso Haksam II. Cuando el 23 julio 1010 fue asesinado Al Mahdi, tras su segundo reinado, y entronizado de nuevo Haksam II, parecía que la familia de los Banû Hazm habría de volver a su antiguo predicamento. No fue así, sin embargo, sino al revés: el complejo juego de la política y la cauta conducta seguida hasta entonces indispusieron a Ahmad con el nuevo valido, el general eslavo Wâdih, que lo persiguió, encarceló y confiscó sus bienes. La familia entonces, rotas ya las pocas amarras ‘âmaríes subsistentes, se hizo legitimista rabiosa y participó en un complot antieslavo que fracasó y produjo a Ahmad nuevos sinsabores.
Seguramente víctima de ellos murió Ahmâd en el 22 junio 1012 cuando Ibn Hazam contaba dieciocho años, todavía no cumplidos, en plena desgracia de su familia. Pero aún quedaban las peores catástrofes. A fines de mayo de 1013 la capital del Califato se rendía a los bereberes; Sulay-mân al-Mustaîn entraba de nuevo en ella como Califa, y comenzaba, para durar dos meses, el feroz saco de Córdoba, con incendios, matanzas, asesinatos y destrucciones sin venir a cuento. La casa de Ibn Hazm en Balât Mugît quedó del todo arruinada, como nos cuenta en una célebre página del Collar, e Ibn Hazam hubo de emigrar a Almería el 13 julio de 1013.
Poco les duró mucho e nuevo y agradable asilo que supieron hallar en el pueblecito de Aznalcázar (que tal vez no es, como se ha querido, el actual de ese nombre, cerca de Sanlúcar, sino otro por tierras de Málaga o Murcia) y es que, habiendo oído hablar de que en tierras valencianas había surgido un nuevo pretendiente omeya que formaba un ejército dispuesto a avanzar contra los hammûdíes y decidido a restaurar la unidad del Califato, ambos conspiradores mozos, es decir, Ibn Hazm y su compañero, no duraron un momento tomar pasaje en una nave que los condujera al Levante.
Tras el cautiverio beréber, Ibn Hazm se retiró a Játiva..Y en Játiva fue donde, probablemente hacia el año 1022, a instancias de un amigo, que primero le escribió y luego fue a verlo en persona desde Almería, escribió el Collar de la paloma, contando unos veintiocho años.
Vuelve la restauración omeya a Córdoba en el año 1023, de manos de Abd
al Rahman al Mustazhir e Ibn Hazm regresa a Córdoba, donde es nombrado
visir junto con su amigo Ibn Suhayd y su primo Abd al Wahhab ibn Hazm.
Este gobierno, emula o supera en brevedad a los anteriores y termina en
apenas un mes El 17 de enero 1024, Ibn Hazm paró de nuevo en la cárcel.
Al salir de prisión, el desengañado ministro renunció de modo definitivo a la ciencia jurídica-teológica, por la que siempre se había interesado, aún en medio de los innumerables azares de su carrera. Pero lo único a que no pudo renunciar, porque lo llevaba en la sangre, es al espíritu de inconformismo, de originalidad y de audacia revolucionaria que siempre presidio su vida.
Cuando se prohibió la enseñanza Ibn Hazm escribió: ”Ppuesto que así lo quieren, seré un sabio perseguido” y se consagró en pleno a la ciencia. Desde entonces se empieza a saber menos de él.
Aún teniendo en cuenta la avanzada edad que alcanzó, verdaderamente asombra la labor que en todos los terrenos de la especulación intelectual musulmana realizó Ibn Hazm, con esfuerzo tan solitario e insolidario como gigantesco.
Bastará decir que entre esas obras –y sin contar el juvenil Collar de la paloma- figuran algunas de primerísima importancia en la ciencia musulmana de todas las épocas, y alguna de tal aliento y ambición que sólo en la Europa del siglo XIX ha podido encontrar paralelo.
Murió en Montíjar (Huelva), el 15 de agosto de 1063.
Al salir de prisión, el desengañado ministro renunció de modo definitivo a la ciencia jurídica-teológica, por la que siempre se había interesado, aún en medio de los innumerables azares de su carrera. Pero lo único a que no pudo renunciar, porque lo llevaba en la sangre, es al espíritu de inconformismo, de originalidad y de audacia revolucionaria que siempre presidio su vida.
Cuando se prohibió la enseñanza Ibn Hazm escribió: ”Ppuesto que así lo quieren, seré un sabio perseguido” y se consagró en pleno a la ciencia. Desde entonces se empieza a saber menos de él.
Aún teniendo en cuenta la avanzada edad que alcanzó, verdaderamente asombra la labor que en todos los terrenos de la especulación intelectual musulmana realizó Ibn Hazm, con esfuerzo tan solitario e insolidario como gigantesco.
Bastará decir que entre esas obras –y sin contar el juvenil Collar de la paloma- figuran algunas de primerísima importancia en la ciencia musulmana de todas las épocas, y alguna de tal aliento y ambición que sólo en la Europa del siglo XIX ha podido encontrar paralelo.
Murió en Montíjar (Huelva), el 15 de agosto de 1063.
Me ha encantado Carmen. Hace muchos, muchos otoños leí El collar de la paloma. Gracias por escribir cosas tan bonitas.
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