miércoles, 27 de noviembre de 2013

AL MUTAMID



MUHAMMAD IBN ABBAD AL MUTAMID o también conocido por AL MUTAMID nació en Beja (Portugal) en 1040. Aunque no andaluz de nacimiento, se le considera el rey poeta de Sevilla y uno de los máximos exponentes de la poesía amorosa andalusí.
Al Mutamid, era hijo de Al Mutadid I (Almotatid), “Rey” de Sevilla de la dinastía de los abadíes. Menos afortunado que su padre en su reinado, pero indudablemente un gran poeta y mecenas, protector no sólo de los de su corte, sino también de allende sus fronteras, que acudían a él buscando refugio y protección.
Segundo hijo de Al Mutadid, se convirtió en heredero cuando su hermano mayor fue mandado ejecutar por su padre por supuesta traición. A los doce años, su padre lo envió a Silves, en el Algarve, para ser educado por el poeta Abu Bakr Ibn Ammar (Ibn Ammar de Silves, el Abenámar de los cristianos), el cual se convertiría posteriormente en su favorito.
Aunque al comienzo de su reinado ocupa Qurtuba (Córdoba), posteriormente fue Rey de Ishbiliya (Sevilla), convirtiendo esta ciudad en el centro de la cultura islámica del momento. En 1086, junto con los almorávides, derrota a Alfonso VI. En 1091, los almorávides regresan a Ishbiliya (Sevilla) y deponen a Al Mutamid.
Cuenta la leyenda que Ibn Ammar, el favorito de al-Mu‘tamid jugó una partida de ajedrez con Alfonso VI de León, el cual se encontraba asediando Sevilla (1078). La apuesta era elevada, puesto que el ganador decidiría el destino de la ciudad de Sevilla. Ibn Ammar ganó la partida y le pidió al rey castellano que respetase la ciudad. Alfonso mantuvo su palabra y no atacó Sevilla, quedándose con el tablero y las piezas del juego de ajedrez. La realidad es más prosaica, y el sitio no se levantó hasta que al-Mu‘tamid no acordó pagar un cuantioso tributo a Alfonso VI.
 Más inclinado a los placeres y tertulias que al duro afán de la guerra, hubo de sentir los rigores de su padre, quien lo mandó encarcelar por haberse dejado sorprender por enemigo cuando mandaba una expedición contra Málaga. Conseguido el perdón paterno, y para recuperar su prestigio, se puso al frente de un ejército que sitió Silves, que había caído en poder de los cristianos.
Fue un gran poeta. En la Sevilla actual, y en la de todos los tiempos, ha sido fuente de leyendas, de amores y desamores con su esposa Itimad Al Rumaikyya.
En la corte de Al Mutamid gozaban de gran favor los poetas y literatos, ya que tanto el rey como su visir lo eran. Pasó por ser un gran mecenas, eje de la poesía de su tiempo. El mismo Ibn Hakam nos dice: “Era el más liberal, hospitalario, magnánimo y poderoso entre todos los príncipes de Al-Andalus. Gustaba de brillantes tertulias (maylis) entre amigos poetas, esbeltos coperos y hermosas esclavas cantoras. Para entrar en su círculo íntimo había que mostrar gran capacidad versificadora y de improvisación. Y, como oyera recitar unos versos de ‘Abd al-‘Azîz, acerca de la felicidad, afirmando que ésta era tan fabulosa como el cuento de un poeta que había recibido un regalo de mil ducados, ordenó darle enseguida la suma indicada”.
Su vida fue pura poesía, durante su reinado, la cultura floreció en Sevilla e incluso durante su cautividad en Agmat no dejó de componer los más sentidos poemas. Muere evocando sus palacios y olivares sevillanos en Agmat, Marruecos en 1095.



AMOR ONÍRICO

Te he visto en sueños en mi lecho
y era como si tu brazo mullido fuese mi almohada,
era como si me abrazases y sintieses
el amor y el desvelo que yo siento,
es como si te besase los labios, la nuca,
las mejillas, y lograse mi deseo.
¡Por tu amor!, si no me visitase tu imagen
en sueños, a intervalos, no dormiría más.
 


DESPEDIDA

Cuando nos encontramos para despedirnos, de mañanita,
ya tremolaban las banderas en el patio del alcázar;
eran acercados los corceles, redoblaban los atabales:
eran las señales de partida.
Lloramos sangre, hasta que nuestros ojos eran como heridas
al fluir aquel líquido rojo.
Y esperábamos volver a vernos a los tres días…
¿Qué habría sucedido si hubiesen sido más?
 



LA AURORA LADRONA

Disfrazó la pasión que quería ocultar,
más la lengua de las lágrimas se negó a callar;
Partieron, y ocultó su dolor, más lo divulgó
el llanto de la pena, tan evidente y balbuceante;
les acompañé mientras la noche descuidaba su vestidura,
hasta que apareció ante sus ojos una señal evidente:
Me detuve allí perplejo: la mano de la aurora
me había robado las estrellas.

  

ITIMAD

I nvisible a mis ojos, siempre estás presente   en mi corazón.
T u felicidad sea infinita, como mis cuidados, mis lágrimas y mis insomnios.
I mpaciente al yugo, si otras mujeres tratan de imponérmelo, me someto con docilidad a tus deseos más insignificantes.
M i anhelo, en cada momento, es tenerte a mi lado: ¡Ojalá pueda conseguirlo pronto!.
A miga de mi corazón, piensa en mí y no me olvides aunque mi ausencia se larga.
D ulce es tu nombre. Acabo de escribirle, acabo de trazar estas amadas letras:
ITIMAD.

2 comentarios: