Noche húmeda. El viento levanta las hojas del
robledal y esparce el olor a cera por la comarca. El tintineo de una campanilla
lejana resuena mientras los niños, con sus hábitos blancos, esparcen agua
bendita.
La procesión avanza precedida de un perro
esquelético, una cabra tiñosa y dos puercos. Esquivan los cruceros, los
círculos marcados con la estrella de Salomón.
En la aldea se topan con una mujer que al ver a la
comitiva corre a esconderse. Los perros aúllan y la campana de la vieja iglesia
se balancea a merced del viento.
Llegan a casa del coadjutor. Les abre la puerta una
vieja enjuta y apergaminada que corre a santiguarse.
Los niños la miran atónitos. Se deshacen de sus
hábitos y dejan al descubierto los disfraces.
Con voz chillona increpan a la mujer: ¡Truco o
trato!
© Carmen Dorado Vedia
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