lunes, 24 de febrero de 2014

AGATHA CHRISTIE. Misterio y Arqueología en Siria



Todo el mundo ha oído hablar de Agatha Christie, ha leído sus novelas, visto sus películas o sus obras de teatro y personajes como Hércules Poirot o Miss Marple son ya iconos de la literatura universal. Pero muy poca gente conoce la otra vida de Agatha Christie, una vida vinculada a la arqueología mesopotámica y al mundo de Oriente, a sus viajes y estancias en Irak y Siria, lugares en los que ella misma nos dice que pasó los mejores momentos de su vida. Y menos aún que muchas de sus más famosas obras como "Asesinato en el Orient Express", "Muerte en el Nilo", "Asesinato en Mesopotamia" o "Cita con la muerte" por citar algunos títulos, fueron inspirados y escritos en aquellas tierras. ¿Cuál es la relación entre estos dos mundos de Agatha Christie? ¿Qué llevó a una prestigiosa escritora inglesa a las polvorientas colinas orientales a excavar en busca del pasado más remoto de la humanidad? Lo cierto es que la misma vida de Agatha Christie fue bastante novelesca.

Hija de una adinerada familia británica y casada con un piloto de las fuerzas Aéreas Británicas (Archibald Christie) inició su relación con la literatura como una inocente apuesta con su hermana, también escritora de novelas cortas y que, para distraerla de la ausencia de su marido que se hallaba destinado en el frente durante la Primera Guerra Mundial, la retó para que escribiera algo, a ver si ella era también capaz. Fruto de esa broma surgió su primera obra "The misterious Affair at Styles" (1918), con un protagonista que pronto sería bien conocido, el detective belga retirado Hércules Poirot. Aunque en un principio no obtuvo respuesta alguna, pasados dos años, recibió una llamada de un editor interesado en publicar la novela y tuvo tal éxito que le encargaron que escribiera cuatro más. De este modo iniciaba su carrera a los 28 años y al poco se convirtió en una escritora bastante conocido e incluso podía vivir de ello.

Con la publicación en 1926 de la novela "El asesinato de Rogely Castroy" consiguió su consagración como una de la mejores escritoras de misterio y lo que parecía el inicio de una brillante etapa se convirtió en uno de los peores periodos de su vida: la muerte de su madre, a la que se encontraba muy unida y la convesión de su marido de que tenía una amante con la que pensaba irse, dejó a Agatha sumida en una profunda depresión que le llevó a protagonizar uno de los capítulos más sorprendentes de su vida, digno de una novela: su desaparición durante más de una semana. Cuando todo el mundo pensaba que se había suicidado, apareció en un balneario con un episodio de amnesia temporal sin recordar nada de lo que había ocurrido en aquellos días.

Tras este enigmático episodio, que por otro lado nunca llegó a desvelar lo que realmente ocurrió en aquellos días, Agatha empezó a rehacer su vida: se divorció de su marido y se volvió a centrar en sus novelas, pero necesitaba un cambio de aires. En una cena en Londres conoció a Charles Leonard Wolley, un brillante arqueólogo que tabajaba en Iraq y a su esposa Katheleen, gran admiradora de Agatha, a quien invitaron a visitar Bagdad y Ur, lugar donde el matrimonio Wolley realizaba sus excavaciones. Y aquí empezó, sin saberlo, la que sería su nueva vida, una vida vinculada a Siria y a Oriente en general y también a la arqueología, sin olvidar sus asesinatos.

El viaje hasta Bagdad quedó en manos de la Compañía Cook y se iniciaba en Calais, a bordo del mítico Simplon-Orient Expres, propiedad de la Wagon Lit's Company. Era un recorrido de más de 3.300 kilómetros en uno de los trenes más famosos y lujosos de todos los tiempos, que unía París con Estambul pasando por Lausana-Milán-Venecie-Trieste-Zagreb-Belgrado-Sofía-Estambul. Una vez en Turquía otro tren de la misma compañía, el Taurus-Express, llegaba hasta Alepo, Beirut y Damasco. Evidentemente, la novela "Asesinato en el Orient Express" surgió de uno de estos viajes en los que, de regreso de Iraq, el tren se averió a causa de una gran nevada quedando atrapados varias horas durante las cuales escribió una carta a su marido donde le explicaba la pintoresca situación que más tarde daría lugar a la famosa trama.

Al llegar a Estambul se alojó en el Pera Palace y en Damasco en el Orient Palace Hotel (en la misma plaza de la estación del Hijaz donde llegaba el tren), ambos de la mejor categoría del momento, diseñados y pensados para acoger a las grandes personalidades occidentales.

Tras recorrer como turista la ciudad de Damasco tomó un coche de línea con chóferes británicos armados con destino a Bagdad, donde llegó dos días después tras cruzar todo el desierto sirio. En Bagdad se alojó en otro de los que serían sus hoteles preferidos, el Tigris Palace, y tras unos días de relaciones sociales en un ambiente típicamente británico marchó hacia Ur, uno de los yacimientos más importantes de Mesopotamia y uno de los más conocidos gracias al diario Illustred London News que puntualmente publicaba sus sensacionales descubrimientos.

En Ur la esperaban Leonard y Katherine, quienes la recibieron encantados. Agatha se enamoró de Ur, de su milenaria historia, de su paisaje, de su gente, de la vida en la excavación:

(...) Me enamoré de Ur, de su belleza al atardecer, con los zigurats que se elevan ligeramente ocultos por las sombras y aquel ancho mar de arena con los colores pálidos, maravillosos, amarillo melocotón, rosa, azul, malva, cambiando a cada minuto.

Sin embargo, esta primera visita fue corta pero prometió volver al año próximo y por más tiempo. Y así fue; a principios de 1930 regresó y de nuevo la estaban esperando sus amigos y un nuevo personaje, Max Mallowan, el joven ayudante de Leonard, pieza clave del equipo.

(...) Era un hombre joven, delgado, moreno, muy callado. Que raramente hablaba aunque estaba muy atento a todo lo que pedía... Era romántico ver cómo aparecía, lentamente entre la arena, un puñal con reflejos dorados. el cuidado con el que los arqueólogos levantaban del suelo las vasijas y demás objetos me incitaba a ser arqueólogo (...) Escribiría Agatha.

Pero eso cambió hacia el final de la campaña, cuando Katherine le pidió que, de regreso a Bagdad, acompañara a Agatha a ver algunos de los lugares sagrados de Iraq (Najaf, Kerbala, Nippur). En un principio Agatha se negó porque lo veía como una pesada imposición para el joven arqueólogo, 14 años más joven que ella. Pero en cambio Max se mostró encantado; liberado de la presión del trabajo y, sobretodo de la agotadora y caprichosa Katherine, Max se convirtió en una persona diferente: divertido, ocurrente y muy agradable, sorprendiendo gratamente a Agatha. tras una de las visitas (al Castillo de Ukhaimir), se tomaron un baño y al intentar arrancar el coche, éste estaba atrapado en la arena y no pudieron partir, teniendo que pasar la noche en el único lugar que encontraron: dos celdas contiguas en la prisión local. Seguramente fue en aquel momento cuando se enamoraron: Max debió pensar que jamás encontraría a ninguna otra mujer que pudiera aguantar este tipo de vida y estas situaciones, y Agatha que ningún otro hombre le podría descubrir aquellos uevos y fascinantes mundos y hacerle vivir aquellas increíbles aventuras.

Ya en Bagdad se encontraron nuevamente con los Wooley y juntos regresaron a Siria donde se alojaron en el famoso Hotel Baron, el mismo donde ya habían estado otros ilustres personajes como Matahari o Lawrence de Arabia, y al que volverían cada año.

El flechazo se había producido y al cabo de seis meses Max pidió a Agatha en matrimonia; ella se quedó muy sorprendida y Max creyó que dudaba por el tipo de profesión que ejercía, "excavar muertos", pero ella le contestó que no, puesto que ella también vivía de cadáveres y muertos. 

Tras renunciar a su fe católica (Max no podía casarse con una mujer divorciada) contrajeron matrimonio el 11 de septiembre de 1930. La luna de miel la pasaron en Italia y Grecia, en lo que sería un aperitivo de lo que le esperaba a Agatha: horas y horas de visitas a museos y ruinas, desciframientos de inscripciones a pleno sol, excursiones de 14 horas en burro para ver "piedras"... con todo Agatha se lo tomaba con humor y no sólo logró un gran conocimiento de las culturales de la antiguedad, sino que también utilizó sus experiencias y los lugares visitados como escenarios y tramas de sus novelas.

Las excavaciones en Ur proseguían, pero la situación había cambiado desde la boda y las relaciones con Katherine se hicieron muy tensas, ya que ésta no soportaba perder el protagonismo a favor de la que ahora era la mujer del otro arqueólogo de la excavación e incluso le prohibió que fuera a Ur. Max estaba harto de Katherine y cuando la misión acabó abandonó Ur y ya no regresó.

Ya en Inglaterra, Agatha se vengó de la actitud de Katherine "matándola" en la ficción, en la novela "Asesinato en Mesopotamia", donde la mujer del arqueólogo jefe es asesinada.

Al año siguiente (1932), Max entró a formar parte del equipo de excavación de Campbell Thomson en Nínive, atraído no tanto por los espectaculares restos imperiales asirios sino por modestos fragmentos de cerámica mucho más antigua correspondiente a la prehistoria mesopotámica, prácticamente desconocida en aquella época. Tras comprobar que el nivel arqueológico en el que estaba interesado se encontraba a demasiada profundidad bajo metros y metros de niveles asirios, decidió trasladarse a un pequello Tell llamado Arpachiya, donde los restos eran más abundantes, de mejor calidad y a un nivel mucho más alto y fácil de acceder. Fuen en 1933 cuando por primera vez, Max dirigía su propia excavación gracias a una donación anónima que resultó ser de la misma Agatha, aunque él no lo supo. En esta excavación Agatha participó como una más, con la misión de llevar el registro, la catalogación de las piezas, hacer dibujos, restaurar cerámicas... y aún le sobraba tiempo para escribir sus novelas, como por ejemplo uno de sus mayores éxitos "Asesinato en el Orient Express" que acabó mientras se encontraba en Arpachiya.

Al cabo de poco, las excavaciones en Iraq se pararon durante unos años a causa de la situación internacional (al igual que en la actualidad), y la mayoría de las misiones se trasladaron a Siria. Sería en este país cuando a finales de 1934 Max, Agatha, el arquitecto Mac, el capatad de Ur y fiel amigo de Max, Hamoudi, dos chóferes (el árabe Abdullah y el armenio Arístide) y el cocinero Isa, se pasaron tres meses prospectando la zona del Khabur (afluente del Éufrates al Noreste de Siria) en busta de un buen Tell para excavar. 

En total visitaron más de 60 y al final escogieron Tell Brak y Chagar Bazar, dos de los mejores yacimientos de la zona, que fueron excavados durante las siguientes cuatro campañas (1934-1938).

Empezaron a excavar en Chagar Bazar donde Agatha se sintió más cómoda que en ningún otro lugar: 

(...) El aire es deliciosamente fresco; se trata de uno de esos momentos en los que da gusto estar vivo. Los capataces sonríen contentos; se acercan unos niños que conducen vacas y nos observan tímidamente. Van vestidos con harapos insospechados y muestran sus brillantes dientes blancos al sonreír. Pienso en lo dichosos que parecen y en lo agradable que es la vida (...) 

De nuevo su participación e implicación en el trabajo de la excavación resultó fundamental: además de su trabajo técnico como responsable del registro, daba también muy buenas vibraciones en la excavación, se integraba mucho con los aldeanos, los cuales la conocían con el nombre de Al-Jatun (la madre) y apredió tambián a realizar fotografía de campo realizando una gran cantidad de fotos arqueológicas pero también a la gente y a las poblaciones que hoy son auténticos documentos etnográficos de los pueblos y las costumbres orientales durante la segunda parte del siglo XX. En estos años de excavaciones en chagar Bazar escribió novelas como "Asesinato en Mesopotamia" o "Poirot en Egipto", esta última tras haber efectuado un crucero por el Nilo con su hija de regreso de las excavaciones en Siria.

Entre 1937 y 1938 iniciaron los trabajos en Tell Brak, pero otra vez la situación internacional no aconsejaba viajar por Oriente y tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial tardaron diez años en regresar.

Sin embargo, estos años transcurridos en Siria fueron los más felices en la vida de Agatha y que mejor recuerdo guardó de sus viajes por Oriente; sus anécdotas, experiencias y aventuras quedaron recogidos en un delicioso libro "Ven y dime como vives" que Agatha escribió durante la Segunda Guerra Mundial, en lo años en que estuvo alejada de Max (1942-1944), destinado al frente de El Cairo, y que le permitieron rememorar aquellos felices días. La vida que se les presentaba ante ellos era de sueño: se pasaban el año en Inglaterra entre Ashfield y una mansión que se habían comprado en Devonshire (Wintrebrook House) y que sería su refugio preferido, donde ambos trabajaban conjuntamente en su profesiones respectivas: Max preparando nuevas campañas y Agatha escribiendo nuevos relatos, pero siempre aportándose ideas el uno al otro. En otoño hacían las maletas y se desplazaban hasta Siria o Iraq para realizar las excavaciones donde seguían trabajando codo con codo, alejándose del frío invierno inglés. Tras tomar el Orient Express, llegaban a Beirut y de aquí hasta Alepo, una de sus ciudades preferidad o como se refería a ella Agatha: (...) El último vestigio de civilización antes del desierto (...) donde podía encontrar tiendas y darse un baño caliente en el Hotel Baron. Aquí se alojaban unos días para organizar la larga estancia en la misión y comprar lo necesario para la excavación; a Agatha le encantaba pasear por los bazares, donde comprabo de todo para decorar tanto la casa de la misión, como sus variadas casas en Inglaterra. Durante su larga estancia en Chagar Bazar y Tell Brak, Agatha fue decorando la casa que les contruyó Mac, el arquitecto, con todo tipo de muebles, alfombras, lámparas y objetos comprados en los  zocos de Alepo o Damasco hasta conseguir crear un hogar muy agradable. 

Aún estando en Oriente, sin embargo, había cosas a las que no quería renunciar de su victoriana Inglaterra y se traía consigo toda la cubertería, copas, platos, juegos de té, moldes para pasteles, etc., manteles e intentaba, sin éxito, instruir a los chicos que le ayudaban en la casa a hacer tareas tan simples como poner la mesa correctamente, lavar bien los platos, o coninar platos típicos ingleses, pero tras varios intentos, optó por abandonar.

Pasada la guerra, la vida para Agatha y Max fue muy fructífera: ella no había dejado de escribir y a Max le concedieron la primera Cátedra de Arqueología del Asia Menor en el Instituto de Arqueología de la Universidad de Londres, gracias a lo cual pudo regresar a Oriente y a las excavaciones con Agatha. 

Esta vez volvió a Iraq a excavar la famosa ciudad de Nimrud, la gran capital asiria y una de loas primeras ciudades descubiertas por los pioneros de la Asiriología un siglo atrás. Las excavaciones se alargaron durante 10 campañas durante las cuales se hallaron los famosos marfiles decorados con los que Max ponía un broche de oro a una brillante carrera como arqueólogo que le valió el reconocimiento de sus colegas e incluso obtuvo el título de Sir, igual que su mentor, Wooley. Pero no sólo el obtuvo grandes premios; paralelamente, la carrera de Agatha ya se había consolidado hasta el punto que la misma Reina Isabel II le otorgó el título de Dama del Imperio Británico por ser la escritora más leída del mundo después de Shakespeare y con obras traducidas a decenas de lenguas y vendias en más de 100 países.

Agatha murió el 25 de enero de 1976 a los 80 años; Max vivió un poco más, se volvió a casar y murió el 19 de agosto de 1978.



Publicado en Siria Magazine por Felip Masó 


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