martes, 24 de septiembre de 2013

DAMASCO / 4

Los Zocos
Si hay un lugar de todos los que capturan la atención del visitante en Damasco son los Zocos. Los objetos expuestos no dejan indiferente. Es un verdadero placer para todos los sentidos, pues como cabía esperar de un bazar árabe, en ellos se puede encontrar de todo.
Los de Damasco son, con gran diferencia, los mejores de todo Oriente. Por su variedad: tejidos, vestidos con una amplia gama de colores, artículos de latón, objetos de cobre u otros metales, especias, babuchas de piel, joyas, objetos de madera, velas, jabones, pétalos de flores, perfumes, dulces, alfombras, libros, etc.; por la atmósfera: una algarabía permanente: por el buen hacer y el trato respetuoso de los comerciantes: a diferencia de otros mercados el visitante puede pasear tranquilamente sin ser avasallado; por la calidad de sus mercancías: los mejores brocados, las mejores sedad, el diseño oriental de sus joyas, los perfumes (a muy buen precio) etc.
Los zocos de Damasco se reparten circundando la gran Mezquita de los Omeyas, cada uno especializado en un tema. Sin embargo es al Suq al-Hamidiyya el más visitado y turístico de todos. Localizado desde la parte sur de la fortaleza, lugar donde se encuentra la estatua ecuestre de Saladino (en la calle Nasser) hasta Bab al-Barid. De la época otomana, su techo metálico (sustituyó al original de madera). Tiene seiscientos metros de longitud por quince de alto. Está especializado en telas de seda natural, telas bordadas y brocados, manteles bordados, espadas damascenas, artesanía en madera y piel.
Llama la atención la lencería (muy atrevida) que se exhibe en los escaparates.
Al final, antes de llegar a la explanada que se abre a la mezquita hay una tienda (a mano derecha) donde se podían comprar (a buen precio) los mejores perfumes (jazmín, rosas, azahar…), justo enfrente se encuentran los puestos de libros, la mayoría son libros religiosos.
Bajo aquella bóveda de cañón, alejada de la oscuridad, junto a sus paredes altas tomamos  nuestro primer contacto con la ciudad que nos enamoraría. Nuestra primera estancia en Damasco coincidió con el Ramadán. Por este motivo todas las tiendas (exceptuando las del barrio cristiano) permanecían abiertas toda la noche. En visitas sucesivas conocimos a Mohammed que actuaba como reclamo para la tienda de Víctor. Allí compré los típicos manteles damascenos y varios pañuelos de seda. La tienda a la que se accedía por una callejuela perpendicular a al-Hamidiyya era muy pequeña. Dividida en en dos secciones, para realizar (tranquilamente) nuestras compras pasamos al interior, y tras varias tazas de té y charla comenzamos con la transacción.  Era Víctor un cristiano ortodoxo y su empleado Mohammed musulmán. Llevaban años trabajando juntos sin que la religión fuese un impedimento. Así era Damasco, el Damasco que yo conocí.
Caminando por la pared sur de la mezquita llegamos al Zoco al-Kabakibiya, especializado en artesanía de madera, artes orientales, joyerías y alguna que otra tienda de recuerdos.
Otro de los zocos cubiertos de Damasco se encuentra hacia el sur, a lo largo del extremo occidental de la Vía Recta es el Souq Midhat Pasha. Está especializado en herboristería y medicina tradicional árabe. Los sacos y recipientes están expuestos al público. El aroma es intenso, el colorido también.
 Caminando hacia el extremo oriental, cruzando una calle transversal que regresa hacia la Gran Mezquita nos encontraremos con el Souq Al-Bzouriyya. Entre la calle Recta y el zoco de las Armas. Es un mercado cubierto de la época mameluca donde se comercializa con especias, té y cafés, frutas glaseadas y los típicos dulces árabes. En él se encuentran: el hammam de Nur Eddin Zenki (1171) y el Caravasar Assad Pasha (1179).
Al-Attarind es el zoco donde se pueden encontrar especias y café.
Caminando de espaldas a la mezquita Omeya entraremos en el Suq al-Sagha (zoco de la orfebrería) especializado en joyas de oro y plata elaboradas con los tradicionales diseños orientales.
En la Vía Recta los compradores se mezclan con los coches. Las aceras son muy estrechas. Allí de puede encontrar el famoso algodón sirio, el azafrán nacional (más barato que el iraní), las pastillas de jabón natural de Alepo o café turco, de Colombia, etc.
Para terminar con las compras (algo muy difícil en Damasco) hay que bajar hasta la zona cristiana y entrando por Bab Sharqi podremos ver las tiendas donde se realizan los muebles damasquinados. Es imposible no comprar una caja artística, un ajedrez o (por qué no) algún mueble. También están los artesanos del vidrio, con verdaderas obras de arte (imposible resistirse: una lámpara, un juego de té…)
Regatear, regatear y regatear. Imposible resistir a la tentación. Damasco, a diferencia de otras ciudades de oriente no agota. El visitante puede caminar con tranquilidad por los zocos sin que le agobien los comerciantes. Sin embargo, en el momento en que traspasas el umbral de cualquiera de las tiendas y se da precio por alguna de las mercancías hay que seguir hasta el final. Allí han hecho un arte de la práctica de la transacción.








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Los zocos por Carmen Dorado Vedia se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

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