Madrid, 24 de mayo de 2013
Cueva del Tapassentao.
El libro que hoy
presento, reúne once cuentos cuyas historias transcurren en
ciudades árabes.
La mayoría de vosotros
sabe del interés que siento por Oriente, pero os preguntaréis por qué, de
dónde, y desde cuándo.
La respuesta a estas
preguntas es, como cabía esperar, una historia.
Sí, la historia de una niña que creció en mil y
una noches. Que en sueños, deambulaba por el Patio de los Leones, o el de los Arrayanes. Que descubría los Recuerdos
de Boabdil o la Leyenda de las Tres
Princesas, y que en las noches de luna
llena, se veía en la jaima mientras escuchaba al ciervo convencer al león para
que no lo devorase.
Todo bajo la calida voz
de mi madre.
A ella le debo, mi pasión
por la literatura, además del clima de tolerancia y respeto en el que, junto a
mi padre que hoy me acompaña, me educaron.
La niña se hizo grande y viajó.
Recorrió los países
árabes y aprendió, que el más precioso de todos los colores es el color
secreto de las palabras, pues con ellas se puede transformar la arena del desierto en
montañas y cascadas, en selvas y nieve, además de recorrer el mundo con sus alas.
Conoció gentes, aromas y sabores, que a su vuelta siempre añoraba con una
punzada en el corazón.
El vacío de la nostalgia
lo fue llenando con su literatura, con su historia, con su cultura.
Pero como dice el refrán,
“no es oro todo lo que reluce”, y en esa sucesión de viajes tomó conciencia que
de tierra prometida no manaba leche y miel, que tras la exuberancia hay una brutalidad
latente dispuesta a estallar en cualquier esquina y en el momento más
inesperado.
Entonces sintió la
necesidad de escribir porque, como dicen los árabes, la escritura no es la
sombra de la voz, sino la huella de sus pasos.
Y ella debía seguir los
que le marcaba el corazón.
Buscó un lugar y lo encontró
junto a Clara, en su Taller de Escritura.
Hace ya ocho años que mercadeo
con sustantivos, verbos y adverbios.
Clara, que del arte de
escribir sabe más que nadie, escucha, anota, sugiere, aconseja, CORTA y
RECORTA. Algunas veces, quedamos satisfechas, otras no.
En el gran caravasar en que hemos convertido el
taller, tejemos sueños, intercambiamos ideas, jugamos con palabras. El
resultado lo veis hoy aquí, en este libro.
Un libro creado a partir de experiencias contadas y vividas unas; imaginadas
otras.
En ese proceso, he de
agradecer a Sahar, que me presto su historia; a papá Abdalá su experiencia; a Luis
Azim, a Mohammed y a Maher, sus conocimientos históricos y a la Sra. Salameh, su hospitalidad.
A ellos rindo homenaje en el cuento “Lloré”.
Una noche que estábamos
en un café del viejo Damasco, se nos acercó un muchacho de apenas catorce o quince
años. Vendía globos con una hélice en la boquilla. Con una labia asombrosa nos
dijo que sus globos volaban mejor que las alfombras y que él había inventado el
arte de pescar en el cielo. Terminamos comprándole toda la bolsa; eso sí, tras una
hora de cháchara y un refresco al que le invitamos. Después de conocerle,
escribí “El ladrón de palabras”.
La historia de “Unas
botas viejas” se me ocurrió después de ver a un chiquillo que trabajaba como limpiabotas
en los soportales de un hotel de lujo. Llegaba al amanecer y permanecía allí hasta
bien entrada la noche. Nos contó que, junto a sus padres, había abandonado la
aldea a causa de los bombardeos, buscando un futuro mejor…Futuro que no llegaba.
Después de vagar por
salones orientales; oír el murmullo de las fuentes, el canto del ruiseñor;
aspirar la fragancia del jazmín y sentir la influencia de ese embalsamado clima,
imaginé “A las puertas del paraíso”.
“El legado de los sueños”
fue ideado en una cena con los beduinos; y tras contarnos éstos una vieja leyenda: de cómo el
desierto, aburrido de tanta soledad, de que las caravanas huyeran de él, lanzó
un grito de socorro; y de cómo ese grito fue escuchado por un anciano que,
conmovido, se instaló allí con su gente. De cómo muchos se rieron de él, porque
abandonaba los verdes jardines de las ciudades para buscarse la vida en la arena. De cómo sus
hijos y los hijos de sus hijos alejaron la soledad del páramo con sus risas,
con sus juegos, con sus sueños. Y de cómo el desierto recompensó su sacrificio dándoles
la libertad.
El cuento “Una Tormenta
de Verano” está escrito después de visitar el bazar y ver cómo una mujer
extranjera intentaba regatear con uno de los vendedores. Al irse la mujer, el
comerciante se volvió hacia nosotros y nos dijo que nunca había creído que un
precio fuera definitivo ni que una oferta fuese mandato de Dios, al mismo
tiempo que nos enseñaba un buen fajo de billetes. Ahora –continuó- me voy al
hammam, para después regalarme una buena cena y, si hay suerte, una buena
compañía.
El resto de cuentos
obedecen, simplemente, a la necesidad de contar una historia, tras leer una
crónica o escuchar las noticias.
“Tras las huellas de
Sherezade”, cuento que da título al libro, tiene parte real, parte de ficción. Distinguir
una y otra os lo dejo a vosotros, mis lectores.
EL SEGUNDO VUELO DEL PEZ por Carmen Dorado Vedia se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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