miércoles, 17 de julio de 2013

EL SEGUNDO VUELO DEL PEZ. Presentación del libro TRAS LAS HUELLAS DE SHEREZADE por Camen Dorado Vedia



Madrid, 24 de mayo de 2013
Cueva del Tapassentao.

El libro que hoy presento, reúne once cuentos cuyas historias transcurren en ciudades árabes.
La mayoría de vosotros sabe del interés que siento por Oriente, pero os preguntaréis por qué, de dónde, y desde cuándo.
La respuesta a estas preguntas es, como cabía esperar, una historia.
Sí, la historia de una niña que creció en mil y una noches.  Que en sueños,  deambulaba por el Patio de los Leones,  o el de los Arrayanes. Que descubría los Recuerdos de Boabdil  o la Leyenda de las Tres Princesas,  y que en las noches de luna llena, se veía en la jaima mientras escuchaba al ciervo convencer al león para que no lo devorase.
Todo bajo la calida voz de mi madre.
A ella le debo, mi pasión por la literatura, además del clima de tolerancia y respeto en el que, junto a mi padre que hoy me acompaña, me educaron.

La niña se hizo grande y viajó.
Recorrió los países árabes y aprendió, que el más precioso de todos los colores es el color secreto de las palabras, pues con ellas se puede transformar la arena del desierto en montañas y cascadas, en selvas y nieve, además de recorrer el mundo con sus alas.
Conoció gentes,  aromas y sabores,  que a su vuelta siempre añoraba con una punzada en el corazón.
El vacío de la nostalgia lo fue llenando con su literatura, con su historia, con su cultura.

Pero como dice el refrán,  “no es oro todo lo que reluce”,  y en esa sucesión de viajes tomó conciencia que de tierra prometida no manaba leche y miel, que tras la exuberancia hay una brutalidad latente dispuesta a estallar en cualquier esquina y en el momento más inesperado.
Entonces sintió la necesidad de escribir porque, como dicen los árabes, la escritura no es la sombra de la voz, sino la huella de sus pasos.
Y ella debía seguir los que le marcaba el corazón.
Buscó un lugar y lo encontró junto a Clara, en su Taller de Escritura.
Hace ya ocho años que mercadeo con sustantivos, verbos y adverbios.
Clara, que del arte de escribir sabe más que nadie, escucha, anota, sugiere, aconseja, CORTA y RECORTA. Algunas veces, quedamos satisfechas, otras no.
En el gran caravasar en que hemos convertido el taller, tejemos sueños, intercambiamos ideas, jugamos con palabras. El resultado lo veis hoy aquí, en este libro.

Un libro creado a partir de experiencias contadas y vividas unas; imaginadas otras.
En ese proceso, he de agradecer a Sahar, que me presto su historia; a papá Abdalá su experiencia; a Luis Azim, a Mohammed y a Maher, sus conocimientos históricos y a la Sra. Salameh, su hospitalidad. A ellos rindo homenaje en el cuento “Lloré”.
Una noche que estábamos en un café del viejo Damasco, se nos acercó un muchacho de apenas catorce o quince años. Vendía globos con una hélice en la boquilla. Con una labia asombrosa nos dijo que sus globos volaban mejor que las alfombras y que él había inventado el arte de pescar en el cielo. Terminamos comprándole toda la bolsa; eso sí, tras una hora de cháchara y un refresco al que le invitamos. Después de conocerle, escribí “El ladrón de palabras”.
La historia de “Unas botas viejas” se me ocurrió después de ver a un chiquillo que trabajaba como limpiabotas en los soportales de un hotel de lujo. Llegaba al amanecer y permanecía allí hasta bien entrada la noche. Nos contó que, junto a sus padres, había abandonado la aldea a causa de los bombardeos, buscando un futuro mejor…Futuro que no llegaba.
Después de vagar por salones orientales; oír el murmullo de las fuentes, el canto del ruiseñor; aspirar la fragancia del jazmín y sentir la influencia de ese embalsamado clima, imaginé “A las puertas del paraíso”.
“El legado de los sueños” fue ideado en una cena con los beduinos; y tras contarnos éstos una vieja leyenda: de cómo el desierto, aburrido de tanta soledad, de que las caravanas huyeran de él, lanzó un grito de socorro; y de cómo ese grito fue escuchado por un anciano que, conmovido, se instaló allí con su gente. De cómo muchos se rieron de él, porque abandonaba los verdes jardines de las ciudades  para buscarse la vida en la arena. De cómo sus hijos y los hijos de sus hijos alejaron la soledad del páramo con sus risas, con sus juegos, con sus sueños. Y de cómo el desierto recompensó su sacrificio dándoles la libertad.
El cuento “Una Tormenta de Verano” está escrito después de visitar el bazar y ver cómo una mujer extranjera intentaba regatear con uno de los vendedores. Al irse la mujer, el comerciante se volvió hacia nosotros y nos dijo que nunca había creído que un precio fuera definitivo ni que una oferta fuese mandato de Dios, al mismo tiempo que nos enseñaba un buen fajo de billetes. Ahora –continuó- me voy al hammam, para después regalarme una buena cena y, si hay suerte, una buena compañía.
El resto de cuentos obedecen, simplemente, a la necesidad de contar una historia, tras leer una crónica o escuchar las noticias.
“Tras las huellas de Sherezade”, cuento que da título al libro, tiene parte real, parte de ficción. Distinguir una y otra os lo dejo a vosotros, mis lectores.

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