Prólogo
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sabíamos de Siria, cuando decidimos hacer éste viaje. Corría el año 2007.
Junto
a la información que nos facilitó la agencia de viajes, nosotros indagamos en
Internet, recabamos información y descargamos fotos y planos de los lugares que
recorreríamos.
En nuestro recorrido por Siria descubrimos un gran país, seguro y
tranquilo para el visitante. Comprobamos el carácter afable y hospitalario de
sus habitantes, pese a las informaciones que llegaban a Occidente.
Siria
nos sorprendió gratamente, nos cautivó y enamoró.
Conocimos
un Damasco
caótico, pero vivo, cosmopolita y hospitalario, donde cada una de sus calles,
monumentos y rincones te hablan de un pasado glorioso, cargado de historia.
No
existe en occidente nada comparable con pasear por sus coloridos zocos, visitar
la mezquita Omeya,
el palacio
Azem, el Museo Nacional… No en vano dicen que cuando el
Profeta Mahoma divisó la ciudad desde el Monte Cassium, dijo que al paraíso solo se
accede una vez muerto.
Iniciamos
nuestro recorrido hacia el norte, adentrándonos en las aldeas cristianas de Seydnaya
y Maalula,
donde se sigue hablando el arameo.
Paseamos
por las ruinas de Apamea, ciudad greco-romana construida por el
primer rey de los seléucidas hacia el año 300 antes de Cristo y llamada
originalmente Afamia, en honor a su bella esposa persa.
Pudimos
escuchar el lamento de las grandes norias de Hama, mientras distribuyen el
agua del río Orontes desde la época romana.
Camino
de Alepo paramos para visitar el monasterio de San Simeón, santuario gregoriano
del siglo V y de estilo bizantino, que debe su nombre a Simeón “el estilita”, personaje
peculiar que vivió sobre una columna de 15 metros de altura, de
la que actualmente sólo queda la base.
En
la señorial Alepo,
o Halab, nos fascinó su ciudadela, asentada sobre una colina de 40 metros de altura, que
según la tradición, fue el lugar donde Abraham se detuvo en su búsqueda de la Tierra Prometida,
y que sirvió de residencia al hijo de Saladino (siglo XIII).
La
ciudadela o fortaleza está compuesta de un castillo medieval, que obstaculiza
la entrada por tres enormes puertas, presidida por dos grandes torres y
defendida por una maciza obra coronada por una muralla almenada, dominando en
silencio toda la
ciudad. Además se trata de una fortaleza inexpugnable, y
nunca fue tomada, ni rendida.
En
Alepo
también visitamos el Caravasar Al
Wassir (Karavansarai), antiguo alberque de caravanas, donde la
planta baja estaba destinada a los comercios, mientras que el piso superior
servía de alojamiento a los caravaneros.
Además
visitamos la gran mezquita Omawi, donde se encuentra el nicho que
oculta la cabeza de Zacarías, padre de Juan el Bautista, y que es muy venerado
por los musulmanes. Paseamos por sus zocos, compramos pañuelos de seda, jabones
de aceite de oliva y laurel (típicos de Alepo), oro…, y comprobamos cómo los
árabes, expertos comerciantes, hacen de la transacción comercial un verdadero
arte.
En
ruta hacia Palmira, visitamos Ebla (Tell Mardikh), interesante yacimiento arqueológico de la Edad de Bronce, y
considerada, junto con Ugarit (Ras Shamra) y Mari (Tell Hariri), los más
importantes de Siria. La cautivadora ubicación y los hallazgos arqueológicos que se pueden ver "in situ" nos hicieron retroceder en el tiempo. Esta poderosa ciudad-estado, jugó un papel importante como centro comercial durante el III milenio y principios del II a. Cristo, hacia el 2.000 a. Cristo Ebla fue anexionada al reino Ymjad, bajo cuya hegemonía conoció durante los siglor XVIII y XVII a. Cristo un nuevo resurgimiento truncado con la invasión hitita en el año 1600 y donde se encontraron más de 1.700 tablillas de arcilla; son los documentos escritos más antiguos encontrados en Siria, entre los
que está el diccionario bilingüe más antiguo del mundo. Las excavaciones
arqueológicas han revelado su fundación entre el segundo y tercer milenio antes
de Cristo. Fue destruida por un terremoto hacia el año 2.500 antes de Cristo.
Abandonamos
Ebla para dirigirnos a Homs y visitar la mezquita mausoleo de Kaled- ib-el-Walid.
Antes
de llegar a Palmira hacemos una parada en la imponente fortaleza cruzada llamada el Crac de los
Caballeros. Es el Crac un castillo impresionante que saluda al
viajero desde la colina que domina la llanura de la Bukaa, y que cubre un área
de 3.000 m2.
Levantado por los Templarios de Trípoli en el sitio de un castillo anterior
para acomodar a las guarniciones kurdas, tiene 13 enormes torres, almenas,
depósitos, pasillos, puentes y establos, que podía albergar hasta 50.000
soldados con sus caballos, equipos y provisiones para cinco años. Sus
dimensiones y diseño de villa fortificada, hacían impensable su caída. Al final
fue conquistado por los mamelucos en el año 1.271, hecho que se vivió en Europa
como una gran desgracia.
Llegamos
a Palmira
al anochecer y nos dejamos envolver por la magia de sus ruinas,
descubiertas a finales del siglo XVII por dos comerciantes ingleses residentes
en Alepo.
Emplazada
en el corazón del desierto Sirio, tiene bien merecido el apelativo de “la novia
del desierto”. Rodeada de un oasis y un gran palmeral hizo que fuese el paso
ideal para las caravanas que se movían entre Mesopotamia y el Mediterráneo,
siendo el lugar donde se negociaba el comercio de la seda entre China y los
pueblos mediterráneos.
El
apogeo de esta metrópoli del desierto, conocida por los locales como Tadmor
(del arameo Tadmorto que significa ciudad prodigiosa), coincidió con el reinado
de Zenobia
durante el siglo III de nuestra era.
Zenobia accedió al poder tras la extraña muerte de su
esposo, el rey, convirtiéndose en una de las figuras femeninas más atractivas
de la historia antigua. Se trataba de una mujer inteligente, políglota (hablaba
palmiriano, griego y egipcio), atractiva y ambiciosa capaz de competir con Roma
y Persia. Tenía amplios conocimientos en política, filosofía y teología;
consiguió hacer de Palmira la capital de Oriente, y tuvo la osadía de enfrentarse
a Roma. Vencida por Aureliano en el año 272, fue llevada a Roma donde acabó
tranquilamente sus días.
Las
ruinas de Palmira cubren un área de 6 km2.
Palmira
no decepciona al viajero. Al pasear por sus ruinas nos dejamos acariciar por la
brisa, nos envuelve el aroma de los dátiles, y nuestra imaginación nos retrae a
la época de las caravanas, y a los camellos exhaustos por la travesía del
desierto, cargados de sedas, perfumes, especias… Palmira es una joya que te
envuelve, te seduce y te enamora.
Esta
es la crónica de un viaje pensado y soñado mucho tiempo atrás, y que
afortunadamente se materializó en octubre de 2007. Fue nuestro primer contacto con Siria y los sirios. A este viaje sucedieron muchos más.
Hemos conocido lugares y paisajes, gentes y tradiciones que a nuestra vuelta siempre añorábamos con una punzada en el corazón. Desgraciadamente desde hace tres años no puedo (podemos) viajar a la zona.
Recuerdo con nostalgia la
hospitalidad de los hombres del desierto, el carácter afable y bonachón de
los damascenos, siempre dispuestos a ayudarnos ; la alegría de los
niños, el buen hacer de los comerciantes de los zocos, la seguridad y
tranquilidad con la que nos movimos por Siria en aquella época, la paciencia infinita y experiencia de nuestro guía Luis Azim, que supo transmitirnos el amor
infinito por su pueblo, su historia, su idiosincrasia, y que sin él no
hubiéramos disfrutado tanto de los lugares de ensueño que visitamos.
Es injusto pensar que tanta belleza, tanta historia, se vea empañada por un conflicto que dura ya dos años.
CONVENTO DE SANTA TECLA - MAALULA |
CIUDADELA - ALEPO |
CRAC DE LOS CABALLEROS |
TEMBLO DE BEL - PALMIRA |
PALACIO DE AZEM PASHA - DAMASCO |
CALLE DEL VIEJO DAMASCO |
Preciosa crónica y maravillosas fotos.
ResponderEliminarEntiendes la tristeza que siento al no poder viajar.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
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