Cuando leí el título de este
libro pensé que no deja de ser atrevido incluir en un título el nombre de
Sherezade, la narradora por excelencia, aquella que, todas las noches contaba
una historia al sultán. Como todos sabemos, del éxito de estas historias
dependía la vida de la narradora, y así se ha convertido en un símbolo de cómo
el arte de narrar es una de las formas en las que podemos sobreponernos a los
peligros de la existencia.
Sherezade nos enseña que sobrevivimos
porque hay historias que contar y sabemos contarlas, estamos vivos porque
tenemos voz y porque alguien, admirado, nos escucha. Aunque la verdad es que,
como sucede en el libro, las historias
que contamos, que nos contamos y que escuchamos, no son necesariamente,
soleadas y placenteras.
No lo son en este libro de
Carmen Dorado, quien ha sido capaz de escaparse de la propuesta tentadora de un
orientalismo vacío que nada nos diría, basado simplemente en los tópicos y en
la estética evidente de los países árabes. Unas “mil y una noches” for export, salidas de algún prospecto
de viajes. No, no es así este libro, no lo es en absoluto: Carmen Dorado ha
sido capaz de mezclar sabiamente los hilos del dolor, la sensualidad, el placer
y la violencia.
Y la autora es inteligente,
porque tampoco cae en la vertiente contraria, a la que son tan adictos los
telediarios, y que consiste una visión catastrofista del oriente, considerado
como un conjunto de países asolados por el fanatismo y la guerra.
Decimos, en síntesis, que
este no es un libro complaciente y, por tanto, no es un libro tópico, sino con
un libro tremendamente actual y, por ello, arriesgado.
Como nos muestra Sherezade,
narrar, narrar de verdad, es contar el dolor y el placer a la vez, la alegría y
la dificultad de vivir, La belleza de las noches de Oriente con sus cielos
estrellados, y las noches en las que las sirenas de la guerra no dejan
conciliar el sueño. Es contar la
compleja alegría, la posesión y el horror, los matrimonios brutales, y también
el amor y la sensualidad, el placer de la belleza.
En un hilo de delicados
equilibrios, los cuentos se acercan sin juicios previos a esa realidad difícil
de narrar. Tenemos, entonces, unas historias donde se mezcla la admiración y el respeto con el espanto. Es,
justamente esta mezcla, con sus inteligentes claroscuros, lo que más me gusta
de este libro.
“Así era mi ciudad, un caso
perdido”
“La capital del caos” (dice el personaje de
“Una tormenta de verano)
Son ciudades donde “Donde el
ruido no deja conciliar el sueño” (id).
O también la siguiente
observación: “Allí donde la gente ocupa una buena parte de su tiempo en hacer
la guerra en nombre de Dios o del diablo, no existen días libres” (Najim)
En medio de este caos vital,
la autora levanta una tienda de campaña para que nosotros, lectores asombrados,
podamos pasar mil y una noches de ensueño. De ensueño, y de reflexión, y de
crítica, y de miedo.
Desde este punto de vista,
me gustaría señalar que otro de los méritos de esta colección de relatos
consiste en cómo, a través de narraciones muy próximas a los personajes, la
autora nos hace leer la historia desde la visión de “el otro”. Es decir: elige
para contar lo ajeno, una distancia perfecta, que muchas veces no está ni
dentro de la historia, ni totalmente fuera. Una distancia que produce empatía
con el mundo narrado, pero a la vez reflexión.
Y sí, en el viaje que se
abre en la primera página del libro, se nos invita a pensar nuestra época.
No nos confundamos, no es
solamente una alabanza melancólica del ensueño perdido, de esas mil y una
noches de la leyenda, es también una manera de pensar lo que nos pasa aquí o
allá, o en cualquier lugar donde los conflictos desplieguen su terrible
potencia.
Se nos invita no sólo a
sentir, o a viajar, sino también se nos obliga a ponernos en el lugar del otro
que siempre es visto en Occidente como “el extranjero”. Un extranjero que no
nos resulta extraño, que se nos parece.
Un occidental que se ve cuestionado por esa mirada oblicua de los
personajes:
“La melancolía es cosa de
ricos”, dice Najim, uno de los personajes, y esa frase la podría decir
cualquiera de nosotros.
Grandes historias de la
pequeña gente, de la gente que, según los medios de comunicación, no tiene historia
y que tanto se nos parece, a nosotros, a los que hoy estamos aquí, o a los que
viven en mundos aparentemente lejanos.
En este sentido, creo que
los cuentos de Carmen Dorado tienen mucho que ver con la picaresca española,
donde sucesivos Lázaros de Tormes se enfrentan a la terrible y apasionante
aventura de buscarse la vida.
Es decir, se despliega una
reflexión sobre lo cotidiano como aventura, como lugar del milagro. Por decirlo con alguna frase del libro, esa
“abuela que cuenta historias a la misma muerte” bien podría ser la nuestra.
Es la gran lección de una
literatura que nos permite ponernos en el lugar de los demás.
Digamos también que el libro
no se agota aquí. Si bien la escritora despliega su batería de recursos para
mostrarnos la existencia, también, como antes decía, nos muestra la cara más
soleada de las historias. Hay algunas cuya fuerza simbólica conmueve, como la
de esa “narradora sordomuda que escribe sus historias sobre la arena”. O la
bella metáfora del hombre que decide construir un jardín en el desierto,
metáfora que la autora nos mostrará también desde el lado más oscuro, cuando la
guerra lo destruye todo.
Y volvamos al título de esta
colección de relatos, “Tras las huellas de Sherezade”. Sigamos estas historias
de la mano de una autora que hoy publica sus primeros textos para compartirlos
con nosotros.
Y si bien utilizar el nombre
de Sherezade nos parecía atrevido, cuando cerramos la última página, entendemos
que, como el lejano personaje, Carmen Dorado se ha dejado llevar por ese
intemporal placer de narrar que es lo que, al fin y al cabo, le da sentido a
nuestra existencia. Me gustaría terminar con una cita más de uno de sus
personajes y que valida nuestro oficio de escritores: “somos ladrones de
palabras, tejedores de sueños”
Quiero felicitarla por estos
cuentos, recomendarles que los lean, y desearle, como lectora, que escriba
muchos más.
Clara Obligado además de escritora es quien dirige los Talleres de Escritura Creativa. En 2012 ganó el prestigioso premio Setenil con "El libro de los viajes equivocados".
Clara Obligado además de escritora es quien dirige los Talleres de Escritura Creativa. En 2012 ganó el prestigioso premio Setenil con "El libro de los viajes equivocados".
Fue un día especial. La presentación de tu libro, lo que dijo Camila, lo que dijo Clara, tu familia arropándote, tus amigos, tu sonrisa.
ResponderEliminarY sobre todo la compañía de todos los que habéis sido testigos de la creación de esos cuentos. Muchas gracias Marieta, ya sabes que sin tu apoyo y empuje no hubieran visto la luz.
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