jueves, 21 de agosto de 2014

SONETO A UNA NARIZ por Francisco de Quevedo

Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una alquitara medio viva,
érase un peje espada mal barbado;

Era un reloj de sol mal encarado.
érase un elefante boca arriba,
érase una nariz sayón y escriba,
un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era;

Érase un naricísimo infinito,
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.



De este soneto, dícen que dedicado a su amigo Góngora, hay una segunda versión, probable deformación popular de la primera, que es la siguiente:



Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa;
érase una nariz sayón y escriba;
érase un pez espada muy barbado;

Era un reloj de sol mal encarado.
érase una alquitara pensativa;
érase un elefante boca arriba;
era Ovidio Nasón más naridado.

Érase el espolón de una galera;
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era;

érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.


Francisco de Quevedo
(1580-1645)
Escritor español del Siglo de Oro es uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española y es especialmente conocido por su obra poética, aunque también escribió obras narrativas y obras dramáticas.

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