Los árabes son conocidos desde la antigüedad por su generosidad y hospitalidad. Siempre y a cualquier hora que aparezca el huésped, el árabe le da una sincera bienvenida.
Es capaz de pedir prestado dinero para agasajar a su visitante, pues no hay peor insulto que el que digan que fulano es un tacaño con su visita.
Siempre tiene presente la historia de aquel novel árabe del pasado que no teniendo que ofrecerles a sus visitantes cena, tuvo que sacrificar a su único camello.
Cualquier persona, aunque sea desconocida, tiene derecho a llegar y ser recibida por sus anfitriones por espacio de tres días, sin ser preguntado quién es o por qué viene. Pasados los tres días se averigua cual es la razón de su visita, y el anfitrión si puede cumplir su deseo, lo ayuda gustosamente.
También el compartir la comida entre una familia árabe y su huésped es algo especial pues se considera la relación de amistad como una hermandad, puesto que han compartido "pan y sal".
En cada casa hay una habitación para los huéspedes, o por lo menos una cama. Suele ser la mejor habitación de la casa y la llaman "cuarto de visita". A veces la familia sacrifica su propia comodidad para ofrecerle al huésped lo mejor.
En algunos pueblos o aldeas existe una habitación donde el propietario recibe todos los días a parientes, amigos, etc... con el fin de socializar, de comentar las últimas noticias, etc. Suele ser una sala rectangular, cubierta de alfombras y con sillones o sofás arrimados a las paredes. También tienen grandes cojines en el suelo. A esta sala se la conoce como diwan.
Los beduinos destinan una tienda para recibir las visitas, en este caso los visitantes son atendidos por el jefe o patriarca de la familia.
La ceremonia de agasajar al huésped empieza con el ofrecimiento del famoso café árabe, y también marca el final del encuentro.
Se suele presentar en dos tacitas, denominadas Moka en referencia al pueblo del Yemen famoso por sus cultivos de café.
Para presentar el café amargo árabe existen reglas muy severas, especialmente entre los beduinos. Primero se le ofrece al huésped un sorbo de café amargo con mucho cardamomo. Los jefes de las tribus tienen a una persona dedicada a preparar y ofrecer el café. Ésta persona se sirve primero a sí mismo y bebe de la taza para demostrar que el café no contiene nada dañino, luego comienza a servir de derecha a izquierda. El huésped siempre tiene que tomar la tacita con su mano derecha.
Después de servir el café, y sin que el huésped se percate, se prepara la comida. Se sacrifica el cordero y se prepara entero. Se presenta, en grandes bandejas con trigo o arroz, ante el huésped. Se le lleva agua para que lave sus manos.
Si el anfitrión no es de una tribu, sino de una familia humilde, entonces de prepara un pavo, o un pollo. Por muy poca o pobre que sea la comida ofrecida, por mucha hambre que se tenga no se debe comer todo lo que se ofrece, siempre hay que dejar algo en el plato para demostrar que el anfitrión ofreció mucho más de lo deseado.
Me gustó la información.
ResponderEliminarMuchas gracias
EliminarEn mi experiencia, con las enormes porciones que te sirven, es imposible terminárselo, por lo que la reputación del anfitrión queda a salvo.
ResponderEliminarJajaja, completamente de acuerdo.
EliminarMuy interesante el artículo. Una pregunta, ¿no sabrán e una película de los 80s en donde un niño tiene hostilidad con un árabe y de pronto le pide ser su huésped, cortando así la animadversión del árabe? Y el árabe, obviamente, lo trata a cuerpo de rey. Creo que algo así sucede. Ahí fue donde escuché por primera vez acerca de la generosidad árabe.
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