La vacía tarde de primavera en que descubrí mi antiguo cuaderno de viajes me llevó a evocar aromas, sonidos, gentes, lugares y paisajes de primaveras pasadas. Lo abrí. De entre sus páginas cayó una flor, y comencé a llorar.
Lloré por el desierto y sus moradores, por el límpido Éufrates y las aldeas que baña; lloré por Palmira y sus ruinas de oro y mármol; por Damasco, por sus zocos, y los imaginé vacíos; lloré por sus mezquitas, por el canto del almuédano, y añoré el dulce despertar que me proporcionaba; lloré por los niños

Sentí infinita conmoción, infinita lástima, y con esas lágrimas restauré el mosaico de mis recuerdos.

Lloré del libro Tras las huellas de Sherezade por Carmen Dorado Vedia se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
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