(Kashán,
Irán 1928-Teherán, 1980)
Considerado
uno de los mayores poetas iraníes contemporáneos, fue también pintor. Su arte
bebe del contacto íntimo con la naturaleza, y en particular el desierto, donde
se refugiaba una gran parte del año, imponiéndose una disciplina de soledad y
silencio. Su estilo se aparta de las tendencias y hereda el legado de la
antigua mística persa adoptando formas muy libres, con un toque personal de
ironía, surrealismo y compasión. Lo que quizás le distinga del resto de poetas
tradicionales persas es su particular culto a la naturaleza, que descubre
fundamentalmente en los grandes maestros del pensamiento del Extremo Oriente,
tras su larga estancia en Japón y sus estudios de la poesía y el arte
chino-japonés.
DIRECCIÓN
¿Dónde está la casa del Amigo?
Fue al alba cuando el jinete hizo la
pregunta.
El cielo se detuvo, el transeúnte
entregó a las tinieblas de arena
la rama de luz que tenía en los
labios,
luego señaló con el dedo un sauce
blanco y dijo:
Antes de llegar al árbol hay una
alameda
más verde que el sueño de Dios,
de donde el amor es tan azul como el
plumaje de la sinceridad.
Irás hasta el final de esta calle que
aparece pasada la adolescencia,
luego torcerás hacia la flor de la
soledad.
A dos pasos de la flor,
te detendrás al pie del alto surtidor
de los mitos de la tierra.
Allí te envolverá un pánico
transparente;
en la intimidad fluida del espacio
oirás cierto crujido:
verás a un niño encaramado en un pino
alto
dispuesto a coger los polluelos del
nido de la luz
y le preguntarás:
¿Dónde está la casa del Amigo?
MÁS ALLÁ DE LOS MARES
Construiré una barca,
La lanzaré
al agua.
Me alejaré
de esta tierra extraña
En la que
nadie despierta a los héroes
En la
arboleda del amor.
Con una
barca sin red
Y el
corazón sin desear la perla
Seguiré
navegando.
No ataré mi
corazón a los azules
Ni al mar
ni a las sirenas que asoman fuera del agua
Y esparcen
el hechizo de la punta de sus cabellos
En la
luminosa soledad de los pescadores.
Seguiré
navegando.
Seguiré
cantando:
‘Lejos hay
que ir, lejos.
El hombre
de aquella ciudad no tenía mitos.
La mujer de
aquella ciudad no tenía la plenitud de un racimo de uva.
Ningún
espejo de ningún salón repetía la alegría.
Ningún
charco de agua reflejaba una antorcha.
Lejos hay que ir, lejos.
Cantó su himno la noche.
Ahora les toca a las ventanas.
Seguiré cantando.
Seguiré navegando.
Más allá de los mares hay una ciudad
Cuyas ventanas están abiertas a la aparición.
Los tejados son el lugar de las palomas que contemplan las
Fuentes de la inteligencia humana.
En esta ciudad, la mano de todo niño de diez años es una rama de
conocimiento.
La gente de la ciudad mira al muro
Como a una llama y a un sueño suave.
La tierra oye la música de tus sensaciones
Y en el viento se oye el sonido de las aves mitológicas.
Más allá de los mares hay una ciudad
Donde la extensión del sol iguala a la de los ojos de los
madrugadores.
Los poetas son herederos del agua y de la sabiduría y de la
claridad.
!Más allá del mar hay una ciudad!
Hay que construir una barca.
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