lunes, 10 de marzo de 2014

EL ANUNCIO

La historia que sigue a continuación,
una historia que nació de la sospecha y de la duda,
tiene la única desgracia (que algunos llaman suerte)
de ser verdadera.
DANILO KISS


Aquella mañana Renata, más nerviosa de lo habitual, cruza su pequeño despacho con grandes pasos, mientras piensa en su compañera de trabajo.

¿Qué habrá hecho? Se pregunta, ¿A quién habrá embaucado? El puesto de coordinadora era mío.

Sí, Renata poseía todos los méritos para aspirar a la plaza: antigüedad, formación, buenos informes..., había puesto mucha ilusión en el nuevo empleo, además todos en la empresa estaban convencidos de que se lo darían a ella. 

Una tarde, desde el departamento de recursos humanos le comunicaron que la plaza era para Catalina.

Éramos amigas, piensa Renata, mientras estruja un papel entre sus manos.

En su memoria se agrupan los recuerdos. Cómo llegó Catalina a la empresa, hacía poco más de un año. Cómo la introdujo en su círculo de amigos, cómo le facilitó las funciones que debía desempeñar, hasta le aconsejó en quién podía confiar y en quién no. 

Catalina acababa de llegar a la ciudad. Se enfrentaba a un nuevo trabajo y a una nueva residencia. Renata no dudó en acompañarla en la búsqueda de piso. Parecía tan desvalida, le recordaba tanto a ella misma, que en cierto modo le producía una ligera sensación de pena.

Hoy sus sentimientos han cambiado. Aparta de su mente los recuerdos agradables. Comienza por quitar la fotos que cuelgan de la pared. Se detiene frente a una en la que se puede ver a las dos amigas. Renata abrazada a su marido sonríe a la cámara. Catalina guiña un ojo al fotógrafo, su novio de entonces. Siente una punzada en el corazón. Fue un fin de semana inolvidable, los cuatro en la playa, el sol, una buena mesa, largos paseos y, muchas confidencias. Allí, sí, allí Renata le confiesa que está embarazada. Le ruega silencia hasta que anuncien su ascenso.

¡Maldita entonces y maldita ahora!, ahoga en su interior Renata. No podía haber guardado el secreto.

Renata supo, días después, que se había ido de la lengua cuando sus compañeros comenzaron a felicitarla.

No tiene nada que ver tu futura maternidad, le dijo el Jefe de personal, cuando le anunció que el ascenso era para Catalina. No le creyó. Al salir de su despacho oyó a sus compañeros que él y Catalina tenían una aventura.

Poco importan los motivos. Ha llegado el momento de la venganza.

El timbre del teléfono interrumpe sus pensamientos.

¿Sí?, sí soy yo. Claro que estoy interesada.

¿Entonces, cuánto me costará el anuncio? Sí, quiero insertarlo en todos los Diarios. De acuerdo, ahora mismo hago el ingreso. Antes de colgar añade, ¿pueden enviarme el texto tal y como lo insertarán? Muchas gracias.

Deja el teléfono en la mesa, se sitúa frente a la pantalla del ordenado y espera, espera.

Un nuevo mensaje entra en su bandeja. Lo abre, toma aire y lee el texto. Con manos temblorosas por la emoción pulsa las teclas de ordenador para enviar su conformidad.

Imprime el mensaje. Ahora se siente más tranquila. Se recuesta en el sillón y esboza una sonrisa. Al día siguiente hay Junta de accionistas y es costumbre tomar un café mientras ojean el periódico en el que verán una foto de Catalina con el siguiente pie de página:

Mujer de 35 años, totalmente desinhibida desea conocerte. Te espero en mi casa, con poca ropa y mucho calor para compartir. Abajo la dirección y el teléfono de contacto de su amiga.

Coge su bolso, apaga la luz y sale da la oficina. En el ascensor llama a su marido.

Cariño, te espero en el restaurante turco, sí ese tan coqueto. ¿Por qué? Tenemos algo que celebrar. Ya te contaré.

Guarda el móvil en su bolso. En la calle toma un taxi y se pierde entre el tráfico de automóviles y viandantes.




 
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EL ANUNCIO por Carmen Dorado Vedia se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
 

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