viernes, 28 de marzo de 2014

EL AVESTA

El famoso libro sagrado del zoroastrismo iraní es el Avesta
En su forma actual, está compuesto de dos grandes partes.

Por un lado nos encontramos con los textos litúrgicos, consistentes en himnos para los sacrificios, reglas referentes a todas las circunstancias de la vida, los ritos y normas de purificación del mal. Se encuentran también en él varias narraciones cosmogónicas y mitológicas y una colección de oraciones y de invocaciones.

La segunda parte la compone el Pequeño Avesta (Khordah Avesta), mucho más reciente que los libros precedentes, y cuyo contenido lo forman himnos de gran belleza poética dirigidos a las diversas divinidades secundarias (yazatas) que el mazdeísmo tardío ha incorporado a la religión monoteísta de Zoroastro. Dichos himnos servían para las devociones privadas y podían ser recitados tanto por los laicos como por los sacerdotes.

La parte más antigua del Avesta, por su morfología, su sintaxis y su métrica, muy parecidas a las de los Vedas, se distingue de todas las demás partes: se trata de una serie de 17 himnos, de un millar de versos aproximadamente, y constituyen la fuente más auténtica para conocer la vida real de Zoroastro, podrían ser, incluso, obra personal del reformador.

El Avesta no es obra de un autor único (Zoroastro), sino que en realidad se trata de una obra incompleta y dispar, cuya redacción debió de extenderse a lo largo de varios siglos. El libro comprende 21 tratados y tal como lo conservamos hoy representa, como máximo, una cuarta parte de la obra primitiva. Ésta fue transmitida oralmente durante siglos: entre los años 200 y 400 de nuestra era.


miércoles, 26 de marzo de 2014

Sohrab Sepehrí (Kashán, Irán 1928-Teherán, 1980)


Oasis en el instante

Si venís a buscarme
estaré más allá de la tierranada.
Más allá de la tierranada hay un lugar.
Más allá de la tierranada las venas del aire
están llenas de milanos que nos traen noticias
de una flor recién abierta en el arbusto del extremo confín de la tierra.
En la arena hay dibujos de cascos de caballos,
de sutiles jinetes que al alba se dirigieron hacia
las alturas ebrias de la asunción de la amapola.
Más allá de esa tierranada, el abanico del deseo permanece abierto:
en cuanto la brisa de la sed corre por el fondo de una hoja
se oyen las campanas de la lluvia.
Aquí el hombre está solo
y en su soledad
la sombra de un olmo se extiende hasta la eternidad.

Si venís a buscarme,
venid, pues, lenta y suavemente para que no se raye
la porcelana de mi soledad.





Y ahora la caída de los colores


Semejante a los misterios del nacimiento
los instantes escoltaron al año entre dos parpadeos.
En las mojadas cumbres del encuentro
se levantaba poco a poco
el santuario de la luz.

El suceso se tejía con la materia del pavor.
Un pavor
que penetraba en la estructura primordial de la piedra.
En la fresca gravedad del viento
murmuraba una garganta
la nostalgia del amigo.
Desde el principio de la lluvia
hasta el fin del otoño
fluían huellas de palomas.

Cuando cesó la lluvia
el paisaje estaba desguazado.
Las vastas extensiones mojadas
quedaron sin aliento.
Y en nuestra boca de paciencia
se fundió
el arco iris.



Traducciones de Clara Janés





lunes, 24 de marzo de 2014

EL DESIERTO


Cuenta la leyenda que hace ya mucho tiempo (incluso antes de que la tierra fuera nombrada como tal) el desierto, cansado de que las caravanas huyeran de él, lanzó un grito de socorro. 

Un anciano lo escuchó y conmovido decidió instalarse allí con su gente. Muchos fueron los que se rieron de él porque abandonaba la comodidad de las ciudades para ganarse la vida en la arena.

Y cuentan que, desde entonces, esas gentes sencillas alegran la soledad del páramo con sus cantos, sus risas, sus historias.

El desierto agradecido por el sacrificio les ha recompensado con la libertad.