sábado, 18 de enero de 2014

SIRIA: UGARIT / 1

Tras las huellas de Ugarit por Felip Masó Ferrer 

 

En la costa de Siria, en la antigua tierra de Canaan, hacia la segunda mitad del segundo milenio A.C. surgió un poderoso estado, el reino de Ugarit. Entre las importantes revelaciones históricas que han aportado sus investigaciones, destaca el hallazgo de uno de los más antiguos alfabetos de la humanidad, del cual estas líneas son herederas directas. (Felip Masó Ferrer).

Situado al noroeste de Siria, a unos 10 kilómetros al norte de la moderna ciudad de Latakia, se encuentra el tell de Ras Shamra (La Colina del Hinojo), nombre actual de la antigua ciudad de Ugarit

Como tantas veces a lo largo de la historia de la arqueología, el hallazgo de Ugarit se debió a la casualidad. En marzo del año 1928, un campesino estaba arando un campo en la cercana localidad de Minet el-Beidha, cuando de pronto su azada topó con una gran laja de piedra que no era sino la cubierta de una rica tumba del período del Bronce Final. Por aquellos años, Siria era un protectorado francés y una vez dado el aviso del hallazgo, el servicio de antiguedades envió una misión con el objetivo de valorar el nuevo descubrimiento. 

El primer arqueólogo que participó en las excavaciones fue Claude Schaeffer, quien tras unas primeras investigaciones en el lugar del hallazgo, se trasladó rápidamente a Ras Shamra. Nadie hubiera podido pensar que la simple inpección de una tumba acabaría con más de 32 campañas de excavación a lo largo de 41 años (interrumpidos durante los años 1940-1947), y el hallazgo de uno de los más importantes yacimientos de Siria. 

Schaeffer abandonó las excavaciones en 1971 y éstas fueron pasando por diferentes arqueólogos (siempre franceses) hasta que se hizo cargo el arqueólogo Yves Calvet.

Ugarit se asienta en un punto clave por varios motivos: en primer lugar, está ubicada en una suave llanura, entre dos corrientes estacionales que le aseguran un suministro de agua que le permite irrigar unas tierras óptimas para un cultivo de tipo mediterráneo (cereal y sobre todo aceite y vino); en segundo lugar, se halla a menos de un kilómetro de la costa, con una salida al mar a través de un puerto natural llamado en la antigüedad Mahdu (correspondiente al actual Minet el-Beidha, lugar del hallazgo de la tumba por el campesino); y finalmente, se encuentra a medio camino de dos de los centros productores de materias primas más importantes del antiguo Oriente: Turquía (al norte) zona rica en madera, metales, piedras y gemas semipreciosas; y el Líbano (al sur) suministrador por excelencia de las ricas maderas de cedro. Además, en frente de la costa se encuentra Chipre, la isla del cobre, imprescindible para la obtención del bronce y con la que Ugarit mantuvo intensos contactos comerciales. Por todo ello es normal que Ugarit fuese un lugar atractivo para el asentamiento humano y con el paso del tiempo se conviertiera en un importantísimo centro martítimo y comercial capaz de mantener estrechas y provechosas relaciones con las mayores potencias del momento.

Las primeras pruebas de un asentamiento en la ciudad se remontan al Neolítico, en el VII milenio, tal y como se documenta en la base del tell, con la existencia de casas de adobe de planta cuadrada encerradas en lo que podría ser una primitiva fortificación de la que quedan, sin embargo, pocos restos. En el período siguiente, entre el V y el IV milenio, el hallazgo de unas cerámicas del tipo Halaf y Ubaid, permiten apreciar los primeros contactos con el sur mesopotámico, donde estaban a punto de surgir los primeros centros urbanos y que influirían en gran medida en el desarrollo posterior de Ugarit.

Ya en el Bronce Antiguo (hacia el 2400 a.C.), mientras el imperio acadio primero y la IIIª Dinastía de Ur después ejercían su hegemonía sobre Mesopotamia, Ugarit aparece mencionada por primera vez en los textos de Ebla, uno de los dos grandes reinos sirios (el otro fue Mari, más al sur) con los cuales mantenía también importantes contactos comerciales para suministrarles las materias primas que les eran deficitarias. Como resultado de estas relaciones, la ciudad experimentó un primer momento de auge y crecimiento urbano, tal y como revela la extensión del perímetro de las murallas y el mayor uso de la piedra como material de construcción en lugar del adobe.

Hacia el 2200 a.C., sin embargo, se produjo un abandono de la ciudad (generalizado en gran parte del Levante en esta época) que duró algo más de un siglo, hasta la llegada de una nueva población de origen nómada, los amoritas, los cuales revitalizaron la vida del asentamiento en su nueva etapa, la del Bronce Medio.  En esta época, los hallazgos de materiales egipcios del Reino Medio (Dinastías XI y XII) y las cartas en acadio procedentes del reino sirio-mesopotámico de Mari, evidencian las importantes relaciones políticas, diplomáticas (el mismo rey de Mari visita al rey de Ugarit) y comerciales que Ugarit desarrollaba con las más prestigiosas casas reales del momento. Gracias a estas relaciones, Ugarit vive una etapa floreciente tal y como se deduce por los vestigios arqueológicos que nos han llegado: la ciudad crece y se transforma en la capital de un reino homónimo con una extensión aproximada de unos dos mil kilómetros cuadrados. El asentamiento ocupa todo el tell (20 hectáreas) y adopta el aspecto que se mantendrá (aunque con algunas modificaciones) hasta su época final: una acrópolis con dos templos consagrados a Baal y a Dagón domina la ciudad, la cual se encierra dentro de un impresionante dispositivo defensivo formado por una muralla que rodea el yacimiento con un glacis de piedra con 45º de inclinación, una puerta poterna de acceso y una torre cuadrada de más de 14 metros de base. La riqueza y el refinamiento de la civilización de Ugarit en esta época se hacen evidentes en sus contrucciones de sillares perfectamente tallados y encajados (templos, palacio, lujosos barrios residenciales con tumbas abovedadas subterráneas...) y también en la gran cantidad de objetos de lujo (cerámicas, cajas, marfiles, joyas...) procedentes desde el Egeo hasta Mesopotamia y Egipto.

Es durante el Bronce Final,  tras un declive momentáneo debido a un terremoto y un incendio que destruyó parte de la ciudad (documentado en grises estratos de cenizas hallados en diversas zonas del tell) cuando Ugarit brilla con todo su esplendor, sobretodo entre los siglos XV-XIII; en este momento el reinto cuenta con una población de unos 25.ooo habitantes, de los cuales entre 6.000 y 8.000 vivían en la misma ciudad. Esta es su época dorada y la mejor documentada, pues es de esta etapa de donde proceden la mayoría de los textos hallados en la ciudad, uno de sus verdaderos tesoros arqueológicos.

A nivel internacional, en este momento el mundo oriental se encontraba dividido entre dos grandes potencias: el gran Egipto de la Dinastía XVIII y el no menos importante imperio de Mitani, situado a caballo entre el sur de Turquía y el norte de Siria. Ugarit, como en otras ocasiones mantenía relaciones con Egipto, tal y como demuestra la corespondencia diplomática de las Cartas de Amarna, pero con la desaparición del reino mitanio y la entreda en escena de los hititas de Anatolia, Ugarit en tiempos de su rey Niqmadu II se vio forzado a cambiar su alianza ante la presión hitita del rey Shuppiluliuma, el cual lo introdujo dentro de su órbita obligándole a pagar un costoso tributo entre cuyos bienes más preciados se hallaban los tejidos tintados en púrpura, obtenida del múrex, uno de los grandes negocios de los cananeos, que tras su desaparición sus sucesores, los fenicios, continuarán explotando. A la muerte del gran Shuppiluliuma, Ugarit y otros centros sometidos a la autoridad hitita aprovecharon para independizarse y bajo el rey Ar-Khalba, Ugarit volvió a aproximarse a Egipto, tal y como parece demostrar el hallazgo de una copa con el nombre del faraón egipcio Horemheb, uno de los sucesores de Tutankamon.

Las difíciles relaciones entre Egipto y los hititas hacían que Ugarit, situada en medio de ambos, no disfrutara de una cómoda situación. Sin embargo, el carácter eminentemente comercial y no militar de la ciudad le permitió mantener su posición y el rango de prestigio de sus habitantes. La paz firmada entre ambos imperios tras su famoso enfrentamiento en Qadesh, facilitó aún más los contactos comerciales y no fue hasta la llegada de los llamados Pueblos del Mar que Ugarit, bajo su último rey Ammurabi, cayó ante la embestida de estas poblaciones que, desde el Egeo y desplazados por movimientos migratorios más alejados, asolaron primero Anatolia (destruyendo la capital de los hititas) y después el levante mediterráneo con la caída de Ugarit como máximo exponnente; una caída tan repentina que los arqueólogos aún hallaron en los hornos las tablillas a punto de cocer. Los vestigios actuales de la ciudad corresponden a esta última época y entre ellos cabe destacar el gran Palacio Real, un impresionante edificio construido a base de bloques de piedra tallados con gran maestría y con una extensión de más de una hectárea. Distribuido en patios, al estilo de los palacios mesopotámicos y con por lo menos dos pisos de altura (a juzgar por los numerosos tramos de escaleras hallados), de sus diferentes estancias (así como de otras partes del yacimiento) proceden los cientos de tablillas cuneiformes que revelaron a los estudiosos un nuevo mundo cultural, literario y mitológico, el universo cananeo de la segunda mitad del segundo milenio a.C., (de gran influencia en el Antiguo Testamento), gran parte del cual fue escrito en uno de los más antiguos sistemas de escritura alfabética conocidos por la humanidad, el ugarítico.





Felip Masó Ferrer
Barcelona, 1973

Es profesor de Historia y Arqueología del Próximo Oriente Antiguo. Como arqueólogo, ha formado parte en diversas misiones en Siria, Israel y Jordania. Es autor de numerosos artículos sobre la zona, donde también ejerce de quía en viajes culturales.



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