viernes, 13 de diciembre de 2013

PRINCIPIO Y FIN de Naguib Mahfuz

El prefecto abarcó con mirada triste la interminable galería donde daban las aulas de tercero y cuarto. En todo el Instituto Taufiquí reinaba una calma profunda. Avanzó hasta una de las aulas de tercero, dio unos golpecitos en la puerta para anunciarse, entró y avanzó hasta el profesor, a quien dijo unas palabras al oído. El profesor fijó la vista en un alumno de la segunda fila y le llamó la atención pronunciando su nombre:

-Hasanayn Kámil Alí.

El alumno se puso en pie y mirando alternativamente al profesor y al prefecto gangueó tan atento como inquieto:

-Presente

-Acompañe al señor prefecto, añadió el profesor.












Historia de una modesta viuda con tres hijos y una hija, que decide apostarlo todo para que al menos uno de ellos, el más brillante, pueda labrarse un porvenir y sacar de la miseria a toda la familia. 

Perteneciente a la segunda época de su producción, en la que impera la narración de corte realista, Naguib Mahfuz (1911-2006) se acoge a las pautas del folletín para escribir su novela Principio y fin (1949), un vasto fresco narrativo, un drama que recorre los peores años de una familia, la de Kámil efendi Ali, escrito a la sombra de los grandes maestros realistas del siglo XIX.

Ya desde su arranque, entramos de lleno en lo que será el nudo de la materia narrativa que nos acompañará a lo largo de todas las páginas de la novela: los hermanos Husayn y Hasanayn Kámil Ali son llamados por el director del colegio para recibir una terrible noticia: la muerte repentina de su padre Kámil, un modesto funcionario del ministerio de Instrucción pública. Inmediatamente conoceremos a los restantes miembros de su familia, sus hermanos Nafisa y Hasan, y especialmente su madre, que servirá de claro elemento catalizador del relato, por su carácter fuerte, poderoso e impasible.

Con la pericia de los maestros, Mahfuz consigue crear, desde el principio, una atmósfera singular, un clima característico, que presidirá la novela hasta su conclusión. Un microcosmos, de dimensiones específicas, se levanta ante el lector: la casa de la familia, que rige con pulso firme la madre, con sus cuatro hijos, tres varones y una hembra, y como telón de fondo y tema principal de la historia, la penuria económica a la que se ven abocados por la muerte del padre. Con técnica detallista, el narrador impone el ambiente, las normas, los usos y los hábitos desde muy pronto. Pese a las más de cuatrocientas páginas de la novela, la intensidad, variedad y agilidad de los episodios salvan toda sensación de monotonía o fatiga en la lectura. Es más; eludiendo hábilmente los peores resabios de la novela folletinesca y sobre un fondo pesimista nietzschiano que le otorga un plano filosófico de primer orden, el lector se siente inmerso en la trama desde los primeros acontecimientos, creciendo el interés de la trama hasta el final.

Como acostumbra a ocurrir en las novelas de Naguib Mahfuz, la maestría en la pintura de los personajes es soberbia. Cada personaje encarna una forma de entender el mundo, siempre englobado en el mundo árabe de los años treinta en el que desarrolla la novela y con la lucha por la supervivencia como telón de fondo angustioso, del que no podrán desprenderse los personajes.

La madre, ya se ha dicho, es el personaje más rocoso, aunque trazado con una sutil caracterización, que permanecerá imperturbable a lo largo de la novela. Representa el mundo adulto, la madurez, la comprensión de un destino adverso con las armas de la resignación y el espíritu de lucha. Como mujer dentro de un país árabe, poco puede hacer por sacar a sus hijos de la miseria, pero sin embargo, su autoridad pesará en cada una de las circunstancias en las que se va desarrollando la historia. Por el contrario, el hijo mayor, Hasan, representa el lado más oscuro de la familia (de hecho no vive en la casa familiar): es un matón, un vago que se dedica a pasar los días enteros dentro de los cafés, con el propósito frustrado de llegar a ser algún día cantante y poder vivir de ello. Su forma de ser, advertimos desde el principio, le impedirá cualquier atisbo de poder vivir honradamente de su trabajo, ni siquiera cuando la necesidad económica de la familia es más acuciante.

Husayn y Hasanayn son casi unos niños cuando comienza la novela. Nada pueden hacer para sacar a su familia adelante hasta que acaben sus estudios primarios. Los hermanos, que en un principio parecen muy unidos por formas de ser parecidas, cuando vayan creciendo dejarán aflorar personalidades muy distintas: Husayn se echará encima la responsabilidad de ser el varón de mayor edad (aunque realmente el mayor es Hasan, con el que no pueden contar) e inmediatamente después de terminar los estudios, busca un trabajo de funcionario para poder ayudar económicamente a su familia. Será, por tanto, el elemento sacrificado, el personaje en el que adivinamos un porvenir más brillante que, sin embargo, debe truncarse por la situación familiar. Todo lo contrario que su hermano Hasanayn, mucho más ambicioso, menos comprometido con una posible solución para acabar con la penuria que les asola continuamente. En su caso, tratará de seguir adelante con sus estudios en una academia militar a la que accede –pronto lo descubrimos- buscando el prestigio y la categoría que otorga vestir un uniforme, sobre todo en un momento en el que se empieza a hablar de una posible guerra mundial. Al final, de una manera dramática, también asistiremos a una creciente personalidad inflexible que desembocará en un final trágico.

Por otro lado, inolvidable es el personaje de la hermana, Nafisa, que debe hacerse cargo de sostener la precaria situación económica cosiendo para otras familias, lo que supone una humillación en el Egipto de la época. Por este motivo, ella ya no se siente una señorita, lo que ahonda en su complejo de inferioridad motivado por su fealdad: por culpa de la miseria, su humilde trabajo y su rostro poco agraciado, pensará que la única forma de atraer a los hombres es dejándose embaucar por ellos, ser un objeto sexual para los hombres que va conociendo casualmente por las calles de El Cairo, secreto que guardará hasta el final a los ojos de su familia.

Es esta una inolvidable novela de personajes. La profundidad en su trazado constituye el aspecto esencial de la novela. Como ocurre en los grandes maestros realistas, se procede a un asedio sintomático de las criaturas, hasta grabar en la memoria lectora sus dimensiones y sus líneas definitorias. No se ahorran datos, ni físicos ni psíquicos. Los conflictos sentimentales y domésticos dominan en buena parte de la obra. Principio y fin es una historia vigorosa, plena de materia narrativa, que cumple de manera ejemplar una de las funciones claves de la novela: ser un instrumento privilegiado de conocimiento de la realidad social y antropológica. En este sentido, Naguib Mahfuz fue un maestro y sin duda, a través de esta concepción ambiciosa de la novela, nos ha legado grandes obras maestras.

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Naguib Mahfuz,
(El Cairo, 1911-2006)
Escritor egipcio. Conocido especialmente por su obra narrativa, le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura del año 1988, siendo así el primer escritor en lengua árabe en recibir dicho galardón, y el más reconocido.

Fue el último de ocho hijos que crecieron en el célebre barrio Al-Gamaliyya, una de las zonas históricas más antiguas de la capital. Siendo un muchacho ya dedicado desde su temprana juventud a las letras, se dejó inspirar en el colegio por la Filosofía y comenzó a escribir artículos en revistas de entonces. Interesado en lenguas extranjeras, sobre todo el inglés, Naguib se propuso la tarea de traducir obras literarias al árabe, de la cual la más conocida fue aquella de James Baikie, El antiguo Egipto en 1932.

El joven Naguib se dedicó a componer obras de ficción y publicó algo más de 80 relatos una vez hubo terminado sus estudios medios, en 1934. Heredero del oficio de su padre, estuvo trabajando en el Ministerio de Asuntos Religiosos entre 1939 y 1954. Desde allí su nivel productivo literario no menguaría, sino por el contrario, alcanzaría su esplendor con grandes proyectos. De aquel tiempo quedaron inconclusas obras como La maldición de Ra (1939), Radophis la cortesana (1943) y La batalla de Tebas (1944).

La segunda etapa del escritor la constituye entonces la novelística social y hace además sus primeras incursiones como libretista cinematográfico.

Tan intensa labor tendría sus consecuencias y premios: Entre 1956 y 1957 su obra Trilogía de El Cairo (integrada por las novelas "Entre dos palacios", "Palacio del deseo" y "La azucarera") se posiciona como una obra exitosa durante una época de grandes cambios sociales y políticos que se dieron en Egipto después del derrocamiento de la monarquía en 1952. El régimen egipcio le publica por entregas en un periódico semioficial la novela que aparecería como libro en Beirut en 1967: Hijos de nuestro barrio. En la actualidad dicha obra está vetada en su país.

El 19 de julio de 2006, a la edad de 94 años, ingresó en un hospital de El Cairo para aplicarle cinco puntos de sutura en la cabeza, después de resultar lesionado al tropezar con una alfombra en su casa. Presentó posteriormente varias complicaciones respiratorias por lo que precisó la asistencia de un respirador artificial. El 23 de agosto fue operado de nuevo durante dos horas y media debido a una úlcera de colon que comenzó a sangrar. Permaneció en el hospital hasta su fallecimiento el 30 de agosto de 2006. Mientras tanto su familia negaba la información emitida por televisión de que se encontrara en Estados Unidos para tratarse de una dolencia anterior.

Pero el autor no solo ha sido acreedor del Premio Nobel de literatura en 1988. En 1972 recibía el Premio Nacional de las Letras Egipcias y con ello el más alto honor patrio: el Collar de la República. En 1995 el director mexicano Jorge Fons, llevó al cine su obra El callejón de los milagros, aunque ambientada en México, la cual recibió el Premio Goya

Fue candidato al Premio Príncipe de Asturias en 2000.
 

 
     

jueves, 12 de diciembre de 2013

SIRIA: BOSRA / 9

La musalla
Cuando nos dirigimos por el camino que lleva a la mezquita Yabak hacia el sur nos encontramos a la derecha del camino con restos de un edificio compuesto de dos arcos, algunos muros exteriores y un mihrab bellamente tallado. Las inscripciones talladas en piedra caliza en la parte oeste de la mussalla hacen referencia a un documento de donación de terrenos.
Se trata de una construcción especialmente dedicada a la recitación del Corán y a la oración. La mussalla de Bosra es de la época ayubí, y cerca de ella, en la parte occidental, se levanta una mezquita pequeña pegada a la muralla cuya fecha todavía se desconoce a causa de las muchas restauraciones a las que se ha sometido.


Escuela Abal-Fida
Los habitantes la llaman mezquita al-Dabbaga, pero realmente es una escuela construida en época del sultán Abul-Fida Ismail, hijo del sultán Abu Bakú, como una tumba para cuando muriera. La inscripción de la fachada de Ibn Ayyub, fechada en los días del Emir Shams al-Din Sankar al-Hakimi, indica que el edificio sur que da a la alberca del Peregrino era una escuela. La construcción de esta escuela se amplió en el año 622 H/1225 C. Se compone de una sala rectangular y seis habitaciones, entre ellas la del mausoleo. Al final de la construcción, por la parte sur, hay un mihrab y tres ventanas, el techo de la escuela está compuesto por placas rectangulares de piedra que se sostienen sobre seis arcos elevados, mientras que el techo del mausoleo es una cúpula de ladrillo. Al contrario de lo que se acostumbra en los alminares de Bosra, el acceso se hace por el techo, a través de una escalera exterior en el muro norte de la escuela.


Mausoleo de Shihab al-Din
El mausoleo se sitúa en el rincón noroeste de la alberca del Peregrino y se compone de una mezquita pequeña y uno mausoleo pegado a ella. Una inscripción a la entrada del mausoleo nos indica que es la tumba del emir Shihab Al-Din Yússef, hijo del Emir Yaaqut, gobernador de la ciudadela de Bosra, fallecido en el año 654 H/1256 C. En el año 655 H/1257 C, el emir Yaaqut construyó la mezquita adosada a él.
En el terreno pegado a la alberca del Peregrino hay varias tumbas que se denominan “Las tumbas de los mártires”.


Baño Manyak
Se construyó gracias al desarrollo de los servicios públicos en Bosra y para activar la ruta de la peregrinación que iba a La Meca y a Medina. A pesar de la destrucción que causaron los  mongoles en el año 658 H/1260 C, la ciudad recuperó, por lo menos parcialmente, su importancia anterior como ciudad principal de la zona, después de la restauración de la ciudadela por el sultán Manluki Al-Zaher Pipers (658-676 H/1260-1277 C).
Durante el gobierno mameluco la ciudad vivió una época de tranquilidad y florecimiento económico que terminó de repente con las invasiones otomanas en Siria en 922 H/1516 C.
Este baño fue construido por el gobernador de Siria y Damasco Manyak al-Yusufi y se inauguró en el 673 H/1372 C. Es un maravilloso ejemplo de la arquitectura de la Edad Media.
Las ventanas y también la placa elevada con la inscripción fundacional del edificio, están realizadas en caliza blanca.
Este baño estaba en funcionamiento a finales del siglo XIX, y por ello se arreglaron sus dependencias, se levantó un muro, y se realizaron diversos trabajos de construcción.
El edificio del baño está en un terreno cuyas dimensiones son 45 x 14 metros y su estructura consta de tres pabellones: la recepción, el baño propiamente dicho y la habitación para los empleados.


La mezquita al-Mubarak
Se levanta sobre la parte de los restos de un templo nabateo. La inscripción visible de su muro occidental indica que su historia se remonta al año 305 H/917 C. La mezquita se reconstruyó en el año 605 H y consta de una sala de oraciones techada. Es una construcción pequeña que se comunica con la parte occidental por una puerta. Al fondo de la mezquita, en el patio exterior hay un mihrab de piedra. Está claro que algunas partes del edificio y la puerta de la mezquita fueron traídos de restos nabateos






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Los lugares arqueológicos de Bosra por Dureid Miqdad. Traducción de Dr. Khaled Ghanim y Antonia Navarro Caparrós se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

LA POESÍA EN AL-ÁNDALUS




Al mismo tiempo que las tropas musulmanas ensanchaban sus fronteras políticas hacia Occidente, donde quiera que plantaban sus estandartes penetraba la ciencia y la cultura de Oriente; pero esta cultura no quedaba anquilosada en sus moldes de procedencia, sino que recibía de las nuevas tierras sugestiones e influencias que le daban un sello personal y característico. Y esto sucede con la poesía; aquella poesía que nació en la Arabia preislámica va avanzando hacia lo que más tarde se llamaría Al-Ándalus y, sin dejar sus raíces, su esquema esencial, adquirirá una personalidad propia que le hará ser igual y al mismo tiempo diferente de la poesía oriental.
El pueblo andalusí poseía una fina sensibilidad: el rey, el príncipe y el magnate, el artesano y el hombre del pueblo, todos, en general, gustaban de la poesía y llevaban dentro de sí un poeta, o quedaban extasiados ante cualquier recital poético; el obrero y el campesino buscan en la poesía un descanso en medio de las fatigas de sus rudos trabajos; los príncipes y magnates una evasión de las preocupaciones cotidianas. No faltaron hombres que buscaron en la poesía su medio de vida, que intentaban medrar elogiando a sus mecenas.
En la poesía andalusí encontramos la más amplia gama de temas, siendo el principal de ellos el de la naturaleza, que aparece por doquier, ya sea en la descripción de sus variados aspectos, ya sirviendo de marco a otros temas muy diversos. El báquico, por ejemplo, aparece casi siempre enmarcado en ella, a orillas de un manso río, bajo un manto de estrellas, con jóvenes escanciadores de dulce mirar, de boca que semeja una flor cuyos pétalos son los dientes. También los amantes celebran sus ocultas entrevistas entre arboledas o floridos prados. Otro de los principales temas y que no puede faltar en un pueblo tan sensible, es el amoroso: junto a un amor puro, platónico, que sólo vive del espíritu, que teme hasta rozar suavemente al ser amado por temor a que se desvanezca, encontramos versos que expresan el más fuerte amor sensual, las más ardorosas pasiones. El panegírico abunda asimismo en este ambiente, en el que la adulación juega un papel importante, en el que los príncipes y magnates recompensan generosamente los elogios de quienes alaban sus palacios, sus conquistas, sus éxitos, sus favores... se canta la búsqueda de una vida suntuosa y de placer. Encontramos cantores ascéticos y místicos, y no falta tampoco el tema elegíaco, que canta el dolor y el llanto, tan frecuentes en toda sociedad y en todo tiempo. La poesía filosófica y de enigma tiene también su lugar en la exuberante producción poética de la inspi­ración andalusí.
En cualquiera de estos temas el poeta andalusí, al igual que el oriental, llenas sus casidas de abundantes metáforas; metáforas, en ocasiones bellas, pero, a veces, extrañas y hasta carentes de estética para nuestro gusto actual; algunas de fácil interpretación, pero otras, tan rebuscadas, que nos resulta difícil hallar su verdadero significado.
 En el periodo comprendido entre los dos Emiratos, es decir desde el año 711 al 929, la poesía andalusí es oscura y pobre. Fue cultivada por ‘Abd al-Rahmán I y Abd al-Rahmán II, y en general, por todos los príncipes Ómeyas y los magnates, y también por hombres casi indignos de llevar el nombre de poetas. Lo más importante de este periodo lo constituye la llegada a Al-Andalus del célebre cantor oriental Ziryábz, llamado el "Pájaro Negro", expulsado de Bagdad en tiempos del legendario Harúm al-Rasid, y contra el cual escribió numerosas sátiras Yahyá ibn al-Hakam al­Bakri. Este odio contra Ziryáb fue causa de ~su destierro. Otro de los poetas en tiempos de Abd al-Rahmán II fue Bisr ibn Habib, cuya arrogancia aparece reflejada en sus versos:
Yo he de pegarle fuego al Universo entero
y he de llegar a donde no llega la propia muerte;
yo soy aquel que no tiene par en el mundo
y cuya alta calidad anda en proverbio.
En su lucha por conseguir la hegemonía de A1-Andalus, ‘Abd al-Rahmán III (912-961) se vio acompañado de una pléyade de poetas que exaltaban su poder y la magnificencia de su corte. La lírica arábigo-andaluza alcanza su apogeo en este periodo califal. El ambiente de tolerancia que se respiraba en Córdoba favorece la expansión de las letras, pues allí convivían las culturas musul­mana, cristiana y judaica, y se hablaba el árabe y el romance; Córdoba todo lo recibía, lo asimilaba y lo transformaba, creando un estilo propio y personal.
Entre los grandes poetas de la época califal podemos mencionar a Ibn ‘Abd al-Rabbihi (890-940); Ibn Háni' de Elvira (m. 973), que hubo de huir a Oriente debido a su vida licenciosa y desordenada; el romántico príncipe Taliq (963-1009), encarcelado por haber asesinado a su padre; etc. Pero cuando ya el califato marcha inexorable hacia su caída, surgen dos grandes figuras, tal vez los mejores poetas de toda la historia de Al-Andalus: uno fue Abú Amir ibn Suhayd (992-1035), autor del opúsculo titulado:  Risálat al-rawábi wa-l-zawábi; que se considera como precursor de la Divina Comedia de Dante; el otro es el gran polígrafo Ibn Hazm (994-1063), cuya obra más significativa es el Tawq al-hammáma, "El collar de la paloma", tratado sobre el amor y los amantes, escrito en prosa y verso. Su importancia es tal que se ha traducido a casi todas las lenguas europeas.
Tras la caída del califato cordobés, hacia mediados del siglo XI, Al-Andalus se fragmenta en los llamados reinos de Taifas. Con la desunión y rivalidad entre los diversos príncipes, que traen consigo una decadencia política y militar, corre paralelo un gran momento de esplendor para la poesía; un "falso" esplendor en opinión de García Gómez:
“Es para mí "falso" el apogeo de la lírica en el siglo XI, porque quiebra la continuidad histórica y falsea la derecha trayectoria que hasta entonces seguía dicho género literario. Cuando estaba a punto de romper a hablar con voz nueva, de hispanizarse, de independizarse, la catástrofe política y la suicida conducta de los Taifas le hacen dar marcha atrás, y torna a esclavizarse al Oriente y a imitar con ceguera a Bagdad. Pero el que sea falso no quita que sea apogeo”.
En las cortes de Toledo, Badajoz, Zaragoza, Almería y Murcia, y especialmente en la Sevilla de los ‘Abbádies, se rinde culto a la poesía. Los poetas en número jamás igualado, llenan todo el ámbito de la Península: los reyes, príncipes, magnates, etc., se entrecruzan billetes poéticos para excusarse, invitarse, para insultarse o mandarse regalos... "¡Todo es poesía! Poesía en gran parte artificial y falsa pero en la que no dejan de aflorar de vez en cuando los más nobles y eternos sentimientos humanos".
Como ya hemos dicho, el centro de mayor importancia para la poesía es Sevilla: su rey Al-Mu'tadid ibn ‘Abbád se hizo rodear de poetas entre los que destacan Abú-l-Walid al-Himyari, Ibn al­Qútiyya, y el célebre Ibn al- Ammár; el mismo rey, cruel, ambicioso y sin escrúpulos, gustaba componer versos. Pero la verdadera figura poética de aquella Sevilla `abbadi fue su hijo y sucesor Al-Mu'tamid, gran mecenas de la poesía, protector no sólo de los poetas de su corte, sino de los allende sus fronteras, que acudían a él buscando refugio y protección. Su vida fue pura poesía, e incluso durante su cautividad en Agmat no deja de componer los más sentidos poemas y muere evocando sus palacios y olivares sevillanos.
Contemporáneos de Al-Mu'tamid son, entre otros, los siguientes poetas: Ibn Zaydún (1003-1070), aposentado en Sevilla y cantor de su Córdoba natal; su poesía es humana, pero sobre todo fue el poeta del amor; célebres fueron sus relaciones con la princesa Walláda, que más tarde lo abandonó. Ibn al-Labbána de Denia (m.113), dulce y suave, que dejó el más conmovedor recuerdo de la caída de los `abbádíes des­cribiendo su llorada deportación a África. Poetas procedentes de Sicilia buscan refugio en la Sevilla abbadi, como Ibn Hamdis que cantó la gesta de Al-Mu'tamid frente a Alfonso VI en Zallága.
También la corte de Almería, con su rey Al-Mu'tasim, se vio concurrida de poetas, a los que el rey acogía, cualquiera que fuera su procedencia y siempre con la misma bondad, perdonando las ofensas cuando éstas eran excusadas en bellos poemas. Además de sus hijos, destaca el visir Ibn al-Haddád.
En Granada, bajo el reinado de Bádís ibn Habbús, vivieron los poetas en constante terror, por lo que aquí no brilla la poesía y los versificadores disparan sus sátiras contra los reyezuelos de esta Taifa:
¡Mundo extraño y apresurado el de este siglo XI andaluz, donde las lavanderas pasan de la orilla del río al trono, a la muerte o al destierro! Su signo es el fracaso. El lánguido rey al-Mu`tasim de Almería, pálido reflejo de Al-Mu'tamid, lo decía cuando en su propia alcoba reñían los almorávides que lo destronaban: Todo me ha fallado, hasta la muerte.
Con la llegada de los almorávides a la Península, Al-Andalus queda prácticamente convertida en provincia africana. Los nuevos dominadores, de lengua beréber, apenas si entienden la brillante cultura árabe, que parece pronta a extinguirse en medio de este ambiente hostil. Los poetas tienden a agolparse en torno a los nuevos dueños y la poesía se hace cada vez más artificiosa; es el panegírico el que cobra mayor auge. Pero hay hombres de fina sensibilidad, que, para no dejar perder el legado de sus antepasados, se dedican a recoger cuantas obras llegan a sus manos: es la época de las grandes antologías, como la Dajira, "Tesoro", de Ibri Bassám (m. 1148), los Qalá'id al-`iqyân, "Collares de oro" y el Matmah al­anfus, "Otero de las almas" de Ibn Jáqán (m. 1140).
Los poetas de esta época se adaptan, en general, a las nuevas circunstancias y entran al servicio de los dominadores. Los sucesores de Yúsuf se contagian algo del refinamiento de los andalusíes y buscan sus versificadores y secretarios entre la gente más destacada del periodo de los Taifas. Entre los más famosos de estos poetas se encuentra Ibn Jafáya de Alcira (1058-1139), que destacó sobre todo por su virtuosismo descriptivo de las flores y los jardines, lo que le valió el sobrenombre de "el jardinero". Otro gran poeta fue su sobrino Ibri al-Zaqqáq (m. 1135).
En esta época, y como reacción contra las formas aristocráticas que habían imperado anteriormente, aparece un gusto especial por lo vulgar, lo popular y lo desvergonzado; se cultivan ampliamente las sátiras violentas y las poesías inmorales y obscenas de los grandes zejeleros, entre los que destaca Ibn Quzmán (m. 1160), cuyos zéjeles, desvergonzados y satíricos, aparecen cuajados de diminutivos; es el contraste con la aristocrática poesía anterior.
Pero, mientras en Al-Andalus van surgiendo descontentos e intrigas contra los dominadores almorávides, en el Norte de África nace un nuevo movimiento de la mano de los almohades. Estos, tras conquistar Marruecos, deciden pasar a la Península, bajo el mando de su caudillo ‘Abd al-Mu'min, para ayudar a los andalusíes contra el poder almorávide.
Con ello la historia se repite de nuevo, ya que estos protectores se convierten en dominadores, y así comienza para Al-Andalus el periodo almohade (1 145-1265), periodo de paz que favorece el desarrollo de las letras, las artes y las ciencias, aunque en el fondo el Islam andaluz se va agotando lentamente, viviendo de su pasado.
Mas el entusiasmo por la poesía no decae, antes bien se acrecienta y vuelve a ser cultivada con extraordinario esplendor. En Sevilla pululan de nuevo los poetas por doquier, siendo tal vez el más famoso de ellos el judío converso al Islam Ibráhim ibn Sahl, que muere en el año 1251 ahogado en el río Guadalquivir, cuyo esplendor había cantado en sus versos.
En la escuela levantina aún persisten ecos de la poesía descriptiva con el valenciano Ibn Gálib al-Rusafí (1177), y en Murcia nace Safwán ibn Idris (1164-120 1), autor del Zád al-Musáfir o "Viático del caminante".
En la época almohade Granada ve resurgir la poesía con figuras de relevante importancia, como Ibri Mutarrifz, partidario del amor ’udri, Abú Ya’far ibn Sa’id, cuyos amores con la poetisa granadina Hafsa le llevarían a la muerte.
En este periodo brillan sobremanera el valenciano Ibn al­-Abbár (m. 1260), e Ibn Sa'id al-Magribi de Alcalá la Real (1213­1286), ambos son más conocidos como historiadores, pero también cultivaron la poesía.
A pesar de este efímero esplendor, los cimientos del poderío musulmán en Al-Andalus aparecen cada vez más carcomidos; el avance cristiano va reduciendo sus fronteras y los hombres de letras dejan su patria y viajan a Oriente para difundir en la cuna del Islam la cultura andalusí; entre éstos recordaremos, por ser los más relevantes y para cerrar este breve capítulo de la poesía en al-Andalus, al gran Ibn ‘Arabi de Murcia (1165-1240) y al ya mencionado Ibn Sa'id al-Magribi


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martes, 10 de diciembre de 2013

ANGÉLICA ARCHANGELICA Y OTROS RELATOS de Ramón L. Fernández y Suárez

Es este el primer libro de Ramón L. Fernández y Suárez, profesor jubilado de la Universidad Politécnica de Madrid.

Llegó a mis manos a través de mi compañera y amiga (le conocí en la presentación del libro ¿Habla usted cubano? de Marieta Alonso Más.

El título Angélica archangélica y otros relatos llamó poderosamente mi atención. Como no soy experta en botánica busqué y encontré una planta de ese nombre, cuyo significado es ángel. Planta de tallo erecto, estriado y hueco; sus raíces son fuertes y gruesas; sus hojas grandes.

Su hábitat natural son las zonas húmedas y sombreadas. Aunque originaria del norte de Europa, por su adaptabilidad a todo tipo de suelo, crece en zonas muy amplias y variadas del planeta.

Entre sus propiedades está el estimular los jugos gástricos, el flujo sanguíneo, combate el estrés, el insomnio, la ansiedad...

Después de saber todo esto... pensé: ¡Qué buen título para los cuentos de Ramón! Sí, porque estos doce cuentos que se reúnen en su libro muestran el arraigo a una tierra (Insulares) pero también la adaptación a otros climas, otras culturas (Peninsulares) hablan de la adaptabilidad a todo tipo de suelo (al igual que la planta). De la mano de sus protagonistas recorremos un mapa de geografía humana y terrestre.

El libro está dividido en tres partes: Peninsulares, Insulares y Otros relatos. Con su lectura nos acercamos a los primeros años de la colonización del Nuevo Mundo, la tormentosa segunda mitad del siglo XIX en Cuba, la España de la posguerra y la primera década del siglo que vivimos.

Un libro muy recomendable.

lunes, 9 de diciembre de 2013

LA LEYENDA DE LAS GATAS CAREY






Cuenta la leyenda que, hace varios siglos, el Sol suplicó a la Luna que le sustituyera un rato y le diera una coartada para ausentarse del cielo, bajar a la tierra y ser libre, aunque fuera solo un momento. El sol quería dejar de ser el centro del universo, quería que nadie se diera cuenta de su presencia, pasar inadvertido para ser sentirse librado de tanta presión. La Luna ante tanta súplica, accedió, y un día de junio cuando el sol mas brillaba, la Luna se acercó al Sol y lo fue cubriendo, poco a poco, para que a los mortales de la época no les sorprendiera de golpe la oscuridad.

El Sol, que desde lo alto hacía millones de años que observaba la faz de la tierra, no lo dudó, para sentirse libre y pasar desapercibido se hizo corpóreo en el ser más perfecto, rápido y discreto que había: UNA GATA NEGRA. La Luna perezosa, en seguida se sintió cansada y sin avisar a su amigo el sol, se fue apartando.

Cuando el Sol se dio cuenta ya era demasiado tarde, salió corriendo hacia el cielo y tan rápido huyó, que se dejó en en su morada momentánea parte de él. Desde entonces, todos las gatas que nacieron de la gata negra eran lo que nosotros llamamos gatas carey. Su manto oscuro se ve roto por cientos de rayos rojos, amarillos, blancos y naranjas.

En estas gatas solares, miles de rayos se distinguen en su manto y si su cara se divide en dos (como sucede habitualmente) es solo para evidenciar su doble naturaleza: gatuna y solar…

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LA LEYENDA DE LAS GATAS CAREY por Dra. Liliana Palacio se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.