sábado, 1 de febrero de 2014

SIRIA: JABÓN DE ALEPO

Herencia de Mesopotamia

A finales del tercer milenio antes de Cristo, un médico Sumerio, escribió en las tablillas de arcilla para uso de sus colegas, las más importantes recetas médicas. El documento nos informa que el médico sumerio para hacer sus medicamentos utilizaba sustancias vegetales, animales y minerales. Entre sus recetas describía el proceso del jabón como reacción entre el aceite y las cenizas alcalinas.

Se encontraron también restos en Babilonia, 2.800 años a.C., de grasa mezclada con ceniza. Los egipcios, 1.500 años a.C., parece que también usaban un producto semejante. Pero fueron los fenicios quienes empezaron a utilizar el jabón para limpiar las fibras textiles de lana y algodón. Su expansión comercial por todo el Mediterráneo permitió que el jabón fuera traído a Europa. Así fue como romanos y griegos lo adoptaron en principio para uso medicinal.  En su higiene personal empleaban aceite y arcilla.

El Islam, potenció la higiene del cuerpo y fue lo que desarrolló su fabricación a gran escala. Muestra de ello fue Alepo, en Siria, cuyas primeras fábricas datan del siglo VIII.

En Europa, llegó con las Cruzadas y España, Italia y Francia fueron los primeros centros de producción masiva del jabón (como el conocido de Savona, de Castilla y de Marsella) desde el siglo XII hasta el siglo XV, utilizado por las clases altas, por su elevado coste.

La I Guerra Mundial, cuando la grasa escaseaba, llevó a los químicos a desarrollar productos sintéticos (detergentes) combinados con sales minerales.

Situada en el corazón de una región entre el mar Mediterráneo y la mítica Mesopotamia, Alepo es la capital de la alta Siria, de las montañas que la separan del mar y de las llanuras que la acercan al azulísimo curso de uno de los grandes ríos de la historia: el Éufrates.

Uno de los productos más genuinos y característicos de Alepo, y por el cual la ciudad es famosa desde la antigüedad, es el jabón.

La higiene del cuerpo es muy importante para el Islam, y es por ello que los árabes destacaron enseguida en la fabricación de éste tipo de productos.

Los famosos jabones perfumados de laurel de Alepo se fabricaban en la ciudad desde el siglo VIII y sus jabonerías producían al día una cantidad que se acercaba a las 6 toneladas, es decir unas 25.000 piezas. Asimismo, el jabón de laurel podía probarse en los diferentes y bellos baños (los hammams) que había por toda la ciudad. El más famoso de ellos era el Hammam al Yalbuga an-Nasri, construido en 1491.

En el barrio antiguo de la imponente ciudad, podíamos encontrar una auténtica fábrica de jabón de laurel. La casa Zanabili fabricaba desde 1870 el jabón de Alepo. Allí recibía al visitante su propietario, el señor Mohamed Mazen Zanabili, octogenario maestro jabonero. Él guardaba el secreto de la fórmula magistral, probablemente era el jabonero más anciano de la ciudad y heredero de Mesopotamia.

Lúcido y dispuesto mostraba las bodegas donde atesoraban los enjambres de jabón, impasibles ante el bullicio, respetando escrupulosamente la tradición ancestral.

Tras una gran puerta de hierro, sinuosas paredes de piedra, impregnadas de historia y de esencia, nos conducía hasta las tripas donde hasta antes de la guerra se cocinaba el jabón; porque éste es el término que se utilizaba para el proceso que se realizaba durante dos o tres días, donde se mezclaban, en un caldero circular, los 4.200 litros de aceite de oliva, sosa y agua purificada. Con ello se formaba una pasta que llegaba a alcanzar los 200º centígrados y que se movía con la ayuda de unas palas de madera.

Años atrás se utilizaba una hierba muy rica en sosa (Salsola Kali). Los beduinos observaron que producía espuma al mojarse. Con el tiempo desarrollaron una técnica que consistía en quemar la mata en hoyo en la tierra, hasta convertirse en ceniza. Luego la cubrían para su posterior endurecimiento, gracias al cambio de temperatura. Se mezclaba con calcio y una vez triturado y pasado por un cedazo, se aplicaba al guiso del jabón, como álcali, para generar la saponificación de los aceites, por un período no inferior a siete días. Una vez terminado el proceso de saponificación, se le añade el aceite de laurel, según la concentración deseada. Se habla de barriles. Si una cocción son en total 24 barriles, cuando se habla del jabón de 4 barriles quiere decir que 20 son de oliva y 4 de laurel.





El experto jabonero examina la densidad de la mezcla, incluso probándola para observar un ligero dulzor. Luego se dispone extendida en el suelo, previamente forrado de papel, entre unas guías metálicas paralelas, procurando el mismo grosor en toda la superficie.

El segundo día, cuando ha perdido una parte del agua y se ha endurecido, se procede al cortado. Una rudimentaria herramienta con cuatro filos recorre, como un arado, la cremosa mezcla. Uno sobre el arado y dos que tiran del mismo, darán forma a unas pastillas cúbicas. Los jaboneros caminan sobre la pasta con unas sandalias de madera, para no quemar sus pies y no desnivelar la superficie.

El sello se estampará pastilla por pastilla. Como una obra de arte, la firma del artista será la garantía de calidad.

Después las pastillas, separadas entre sí, se colocarán en construcciones cilíndricas. Ello permitirá la circulación del aire favoreciendo así un proceso de secado que durará por lo menos un años, en óptimas condiciones ambientales. Durante este tiempo se enfriará y se oscurecerá su color sólo por fuera, adoptando un ocre oscuro. En su interior seguirá albergando el tono verdoso del laurel. 



Como en una bodega, los jabones envejecerán y en este proceso de curación, como si las pastillas conocieran el secreto, adoptarán las mejores propiedades para su uso.

Cuanto mayor es el tiempo de secado, más apreciado resulta. Disminuye su peso pero no sus principios, y aunque de aspecto leñoso, podría perdurar si es de calidad, hasta 50 años.

Por los mercados de la Medina había tiendas dedicadas casi exclusivamente al jabón. Clasificado según los barriles de laurel, los tenderos cortaban jabón para oler su interior y así apreciar intensamente el aroma.

En Siria nunca se cuestionó el uso habitual del jabón de Alepo. No faltaba en ninguna casa. Formaba parte del entrañable olor familiar y de la misma esencia de su cultura.

Los médicos prescribían su empleo como una de las fórmulas naturales más adecuadas para cualquier problema dermatológico.

Son muchas las propiedades del Jabón de Alepo:

-         El aceite de oliva nutre, regenera y suaviza la piel
-         El aceite de laurel es antiséptico y antiinflamatorio.
-         Protege de las infecciones cutáneas y agentes externos.
-         Cuida las pieles sensibles y secas.
-         Ayuda en problemas cutáneos como psoriasis, eccema, acné, dermatitis, quemaduras…
-         Desinfecta, cicatriza, es antioxidante.
-         Regula el cuero cabelludo.
-         Reduce las irritaciones propias del afeitado.
-         Antipolillas situado entre la ropa.
-         Se recomienda, en épocas de calor para lavar la fruta y la verdura, como bactericida.




Publicado en la revista SIRIA MAGAZINE

viernes, 31 de enero de 2014

LAS CRUZADAS VISTAS POR LOS ÁRABES de Amin Maalouf

Bagdad, agosto de 1099

Sin turbante, con la cabeza afeitada en señal de luto, el venerable cadí Abu-Saad al-Harawi entra gritando en el espacioso diván del califa al-Mustazhir-billah. Lo acompaña una muchedumbre de acólitos, jóvenes y viejos. Estos aprueban ruidosamente cada una de sus palabras y ofrecen, igual que él, el provocador espectáculo de una abundante barba bajo un cráneo rasurado. Algunos dignatarios de la corte intentan calmarlo, pero apartándolos con gesto desdeñoso, avanza resueltamente hasta el centro de la sala y, a continuación, con la vehemente elocuencia de un predicador desde lo alto del púlpito, sermonea a todos los presentes, sin hacer distinción de rango:

- ¿Osáis dormitar a la sombra de una placentera seguridad, en medio de una vida frívola como la flor del jardín, mientras que vuestros hermanos de Siria no tienen más morada que las sillas de los camellos o las entrañas de los buitres?




Basándose en testimonios de los historiadores y cronistas árabes de la época, AMIN MAALOUF relata la historia de las cruzadas tal y como las vieron y vivieron en "el otro campo", es decir, en el lado musulmán, un punto de vista hasta ahora olvidado.

Las Cruzadas vistas por los árabes abarca el periodo comprendido entre la llegada de los primeros cruzados a Tierra Santa en 1096 y la toma de Acre por el sultán Jalil en 1291, dos agitados siglos que dieron forma a Occidente y al mundo árabe y que aún hoy siguen condicionando sus relaciones.  
 

Los habitantes de la tierra se dividen en dos,
Los que tienen cerebro pero no religión,
Y los que tienen religión pero no cerebro.

Cuarenta años después de su muerte, un fanatismo llegado de lejos iba a darle aparentemente la razón al hijo de Maarat, tanto en su falta de religiosidad como en su legendario pesimismo:

El destino nos destroza como si fuéramos de cristal,
Y nuestros pedazos nunca más vuelven a unirse.

(...) Precisamente uno de ellos, Abdu-Fadl Ibn al-Jashab, un cadí de Alepo de pequeña estatura pero poderosa voz, es quien, con su tesón y su fortaleza de carácter, se decide a despertar al gigante dormido en que se ha convertido el mundo árabe. Su primer acto popular consiste en repetir, doce años después, el escándalo que antaño había provocado al-Harawi en las calles de Bagdad. En esta ocasión, va a haber un auténtico motín.

(...) El sultán Mahmud, aliado de Zangi, acaba de morir, a los veintiséis años y, una vez más, estalla una nueva guerra de sucesión en el seno del clan selyúcida. El príncipe de los creyentes la aprovecha para recuperarse (...) Pero el califa le sale al encuentro a la cabeza de varios miles de hombres, cerca de la ciudad de Tikrit, a orillas del Tigris, al norte de la capital abasida. 

(...) ¿Atacar Damasco? ¿Atacar la ciudad de Muin al-Din Unar, el único dirigente musulmán que tiene un tratado de alianza con Jerusalén? ¡No podían prestarle mejor servicio los frany a la resistencia árabe! (...) ¿Os habéis vuelto locos para ayudar a estas gentes contra nosotros? ¿No os habéis dado cuenta de que, si triunfan en Damasco, intentarán arrebataros vuestras propias ciudades? En cuanto a mí, si no consigo defender la ciudad, se la entregaré a Sayf al-Din, y ya sabéis que, si toma Damasco, ya no podréis manteneros en Siria.

(...) Se reconquistó la ciudad de Acre -especifica Abul-Fida- a mediodía del decimoséptimo día del segundo mes de yumada del año 690. Y se da el caso de que exactamente el mismo dia, a la misma hora, en el 587, los frany habían arrebatado Acre a Salah al-Din y habían capturado y matado a todos los musulmanes que allí se encontraban. ¿No es ésta una curiosa coincidencia? Siguiendo el calendario cristiano, esta coincidencia no resulta menos asombrosa pues la victoria de los frany en Acre había acontecido en 1191, cien años antes, casi el mismo día de su derrota final.

Quiera Dios que nunca vuelvan a pisar este suelo

Las cruzadas vistas por los árabes
Amin Maalouf
Alianza Editorial   




Amin Maalouf
Beirut, 1949
Escritor libanés que reside en París. En 2010 obtuvo el premio Príncipe de Asturias de las Letras. Es miembro de la Academia Francesa 

miércoles, 29 de enero de 2014

MARAM AL-MASRI



Recuerdo
cada mañana
en el camino del colegio,
a lo largo del puerto
camino sinuoso
cerca del café de la juventud donde
solían encontrarse,
todos los ancianos del barrio.

(Me duele el corazón)

Recuerdo el joven camarero
que dejaba su trabajo
y canturreaba para mí una canción
 o me enviaba un suspiro
¡Yo escondía mi sonrisa en mi
pañuelo
o lo tiraba al mar
Sonreír, en mi país,
¡Qué vergüenza!

Recuerdo
por la tarde
la cornisa a las seis
hora concurrida
donde se cruzan pies y sueños
chicos y chicas de Latakia.

Recuerdo
caras y nombres,
Recuerdo
parques y calles,
Recuerdo
y...

Maram Al-Masri
(Latakia-Siria 1962)
Se trasladó a París en 1982, después de estudiar literatura inglesa en Damasco. 

Está considerada como una de las voces femeninas más conocidas y más cautivadoras de su generación. Se dedica exclusivamente a la literatura y a la traducción. Su obra poética es conocida en muchos países. Ha participado en numerosos festivales internacionales de poesía en Francia, Argentina, Reino Unido, Irlanda, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Italia, Suecia, Túnez, Marruecos, Siria, Kuwait, Egipto y, por supuesto, en España.

Ha escrito cuentos y numerosos poemas aparecidos en revistas y en varias antologías en árabe. Ha publicado los libros Te amenazo con una paloma blanca (1984), Cereza roja sobre losas blancas (1997), Te miro (2000), etc.

Con su libro Cereza roja sobre losas blancas obtuvo el Premio Adonis del Foro Cultural Libanés en 1998. 

Su poesía es engañosamente sencilla ya que puede parecer fácilmenta accesible pero hay que saber penetrar en el sutil sentido de su obra en la que confluyen la tradición poética de la poesía árabe, de profundas raíces islámicas ligadas al eterno tema del amor, con sus inevitables derivaciones a la sensualidad y al erotismo unido a la tradición lírica de la modernidad euripea.

Publicado por la Revista Siria Magazine